Autor: Dalai Lama No existe falta de tiempo existe
falta de interés. Porque cuando la gente realmente quiere, la madrugada se
vuelve día. Martes se vuelve sábado y un momento se vuelve una oportunidad ...
La determinación, es decir la resolución y el compromiso que se adopta sobre un asunto o plan concreto, es crítica cara a la resolución positiva de nuestros empeños. Estar dispuestos a ir hasta dónde haga falta, en pos de lo que uno se propone, allana el camino para conseguirlo, porque la dificultad intrínseca de todo logro, se atenúa con la aplicación de un mayor afán. La historia que traigo hoy hasta el blog es, justamente, una historia de gran determinación.
La noticia que llamó de inmediato mi atención titulaba así: "Una joven ‘sin techo’ se gradúa
primera de su promoción estudiando por las noches a la luz del teléfono móvil".
Chelesa Fearce, de 17 años, y a pesar de las dificultades, terminó el instituto como la mejor alumna de su promoción: “Solo me decía que tenía que
seguir estudiando”, explicó en el discurso durante la ceremonia de graduación. Horas y horas de estudio, litros de café a
medianoche y escasas horas de sueño para lograr su meta. Convengamos que ser la primera de una promoción (de lo que sea), siempre conlleva un indudable mérito, pero ese merito se multiplica si el objetivo se alcanza en unas condiciones precarias; mientras vives en un refugio para 'sin techo', por ejemplo.
La joven Chelesa se graduó en el instituto
Charles Drew (Georgia, EEUU) como valedictorian, (el título académico que acredita
haber sido el mejor alumno de la promoción). Cada noche de su vida, Fearce ha
dormido a caballo entre un albergue para pobres y el coche de su madre. “Cuándo apagaban
las luces del refugio estudiaba con la luz del teléfono móvil”, ha explicado
la joven a una cadena local de televisión. “Solo me decía que tenía que seguir estudiando,
porque el futuro no sería así de ningún modo”.
En calidad de valedictorian,
Fearce dio el discurso de clausura ante sus compañeros del instituto, y en él se explayó dando algunos detalles añadidos de su experiencia. “Estás preocupada por
tu vida en casa y por el colegio. Unas veces preocupada por estar muy hambrienta y las otras hambrienta a secas. Solo tienes que lidiar con ello. Comes
lo que puedes, cuando puedes”, expresó la estudiante.
Después de Chelesa, la segunda persona más feliz de la
graduación era la señora Shephard, la madre de la chica. “A ella y a su hermana les leía mucho
cuándo eran pequeñas”, confesó. Shephard ha explicado que
ocasionalmente vivieron en un apartamento, pero cuándo la despedían de su
trabajo terminaban otra vez en el refugio. Chelesa seguirá con sus estudios preuniversitarios en biología hasta conseguir lo que siempre ha querido: tener la oportunidad de conquistar un destino mejor que el que (según todos los pronósticos) le estaba esperando.
Esta es una aleccionadora historia para quienes con bastante más que Chelesa a su disposición, apenas son capaces de movilizarse en el cumplimiento de sus expectativas, y aunque éstas no sean demasiado grandes. Gente para la que el esfuerzo resulta casi un insulto y para quienes la que la vida es fácil... y vulgar, añado, porque jamás estarán dispuestos a pagar el precio que vale una vida de mérito.
Chelesa, nuestra joven amiga de hoy, es el paradigma de que aún quedan personas que no se abandonan a una vida predestinada al olvido, cuando no a la miseria, y despejan su terrible horizonte con esfuerzo y tesón supremos, empujados por el solo aliento de la esperanza de un futuro mejor.
Reflexión final: ¿Qué hace sobresaliente a un ser humano? Propósito,
inteligencia, determinación y pasión. (Jorge González Moore)