10 julio 2014 por Naima Tavarishka
La observó cada día durante tres años desde la ventana de enfrente, a la misma hora, durante 30 minutos, justo el tiempo en que ella escribía concentrada en su portátil. Un día no pudo con su curiosidad, escaló su ventana y robó su computadora. Allí, un solo archivo. Lo leyó durante horas y descubrió que durante esos tres años ella también lo había espiado: era su vida.
Foto: Carlos Padilla.