Vale insistir por si fuera necesario… Con la mención de estos antecedentes nadie busca desmerecer el trabajo de Juan Carlos Maneglia y Tana Schembori. Al contrario, la intención es recomendarlo a partir del diálogo que los directores paraguayos parecen haber entablado, quizás sin habérselo propuesto, con los autores de estas tres obras capaces de entretener sin recurrir a fórmulas light o a la asepsia ideológica que suele arrogarse la industria del entertainment.
La obsesión del protagonista con la visibilidad televisiva, con los celulares, con la posibilidad de cobrar -al menos una vez en su vida- en dólares constituye una suerte de ventana por donde nos asomamos no sólo a las desventuras de Víctor sino a cierta realidad social. Concretamente a un retrato de la dependencia económica, tecnológica, cultural por un lado, y del sometimiento a una vigilancia policial permanente y a la desigualdad social por el otro, que el capitalismo provoca en general y de manera exacerbada en los países periféricos.
Maneglia y Schembori acatan con talento algunos de los requisitos narrativos sugeridos/exigidos por el mercado cinematográfico internacional sin por eso convertir su película en un producto más de la serialización global. En otras palabras, la dupla de realizadores adhiere a la tendencia de jugar con la ubicación de las cámaras y con trucos de montaje para ofrecer un relato ágil, cuyas secuencias aceleradas, fragmentadas, subjetivadas parecen inspiradas en un cuarto antecedente: Corre, Lola, corre. Al mismo tiempo consiguen preservar la identidad cultural y el subtexto crítico de la historia protagonizada por un changarín del famoso Mercado 4 de Asunción del Paraguay.
En este sentido, 7 cajas es más osada que La Salada, largometraje que Juan Martín Hsu pre-estrenó en el último BAFICI. El film ambientado en la feria popular de Lomas de Zamora retrata con más idealismo que realismo deseos, nostalgias y temores de ciudadanos extranjeros que vinieron a habitar suelo argentino en pleno siglo XXI.
Uno o dos flashbacks innecesarios es lo único que puede reprochársele a este trabajo desde el punto de vista formal. Por lo demás, la ficción de Maneglia y Schembori presenta las mismas agilidad y capacidad de sorpresa que Nueve reinas, un sentido del humor similar al desplegado en Fargo, igual intención crítica que Todo por un sueño.