Un bilbaíno destaca por su falta total de humildad, orgullo y chulería natural. Y Fito Cabrales no tiene ninguna de esas cualidades y por eso corre el rumor, la gente de Bilbao sospecha. Y haber rodado últimamente videos en Madrid no ayuda. Pero Fito es un tío que vende millones de discos, llena de significado canciones que se llaman Nada de Nada y luego pide un zurito tan tranquilo.
Y es que uno de Bilbao sube un ochomil para echarle buen hielo al ron cola, así que tampoco hay porque exagerar. Por eso, y por todos sus videos, conciertos y noches de rock en el Botxo, Fito es más de Bilbao que el Guhenheim. A donde va a parar.
Tras la barra- Calle Iturribide
Para los de Bilbao es nuestro Born to Run, un himno, una canción de guerra. Imprescindible en la calle Iturribide, jugando un Kinito o aspirando el humo de los garitos míticos como el K2 o el Umore Ona. Pero su sitio natural era un bar sin nombre en un sótano húmedo de Deusto. Entrabas sin dinero y pedías un claro con gas y una canción. El camarero, más borracho que los clientes, te miraba mal. Estaba hasta los cojones de niñatos como tú. Pero esa si te la ponía: Tras la barra.
Soldadito- Ría de Bilbao
Años 90, una noche de sábado un joven vasco pasea tambaleante por la orilla de la ría. Imitar el acento andaluz fue patético, no funcionó y pasaron de ti como de una caña vacía. Sólo te queda volver a casa y esperar la resaca. Son legión los jóvenes vascos que han paseado de vuelta para bajar la borrachera o la desilusión. Ser de Bilbao es beber su agua y llevar la ría en las venas; cantarla, insultarla, pedirla explicaciones mientras permanece opaca, impermeable a nuestros sentimientos como si de una fría mujer vasca se tratara.
Cerca de las vías- Estación Abando
Hay una generación perdida y nunca reivindicada que ha crecido cerca de las vías en Bilbao. Niños que lanzaban piedras a los trenes, se metían en los contenedores y jugaban en calles sin luz. Muchos éramos hijos de inmigrantes y el futuro había que pelearlo a la contra. No era fácil, nos hicimos mayores y algunos se marcharon y otros simplemente no pudieron irse.
¿Dónde está toda esta gente? Porque después de la Generación X, la generación Z no parece haber llegado. Están rodeados de dispositivos móviles y deudas sin hacerse preguntas. Hemos aceptado la realidad sin anestesia, 40 horas de productividad y sacar la basura a las 9. No hay nada de malo en ello, pero tampoco nada excepcional. Cuando queremos ser otras personas y, por diferentes razones, idolatramos a Messi o Christopher Nolan, tal vez nos estamos preguntando quienes somos nosotros. Porque es difícil llegar a conclusiones sobre uno mismo, pero al menos está bien hacerse la pregunta en forma de insulto, libro o canción
Tarde o temprano – Las Cortes
Fito pasea por Las Cortes, la calle de las putas en Bilbao y una vecina le para. Saluda con normalidad, no es complaciente consigo mismo. Le pregunta por su marido y ella le dice que está en la cárcel. “¡Vaya!”, proclama Fito y sigue con la entrevista que le están haciendo. Se asoma a las cristaleras de los locales, recuerda quién vivía o trabajaba en ese lugar de su memoria. Se fue pronto, pero siempre ha estado cerca de aquella zona donde el rock ardía en su época.
Ahora bajan hacía la ría y Fito alza la vista. En la orilla se refleja entre edificios una Iglesia. La Merced, Bilborock, un templo del rock donde se celebra el concurso Villa de Bilbao. Fito se ríe y lo intenta explicar:
-Joder, mi hijo que ha llegado a la final se descojona de mí. ¡Es que Platero ni siquiera se clasificó para el Villa de Bilbao!
El local Edén está en plena calle de las “putas”, Las Cortes. Una calle a 5 minutos de Loewe
Cantalojas – Ribera vieja
Cruzar borracho uno de los puentes del Botxo, deslizándote bajo el sirimiri taciturno es una de las cosas más bilbaínas que hay. Y aunque el puente de Cantalojas ni siquiera surca la ría y puede resultar decepcionante en ese sentido, esta canción es un ensamble de esa ciudad subterránea y contracultural que es Bilbao, más cercana a los beat harapientos que a los hipsters de cuello apretado que se maceran en gintonics de frutas.
Muchos ven aquí al Fito que luego se reveló en solitario y puede que sea verdad. Lo cierto es que las canciones de Platero siempre se han bebido con una litrona de cerveza atada a la muñeca y, sin embargo, Cantalojas siempre te hacía soñar con un beso que moría en el humo de tu cigarro.
Para toda la vida – Escaleras Solokoetxe
Paseas por el Bilbao de las siete calles, el más antiguo, y desde la plaza Unamuno puede que desemboques en la calle Ronda. Pasarás por delante del Muga, donde Fito vendía sus maquetas y se juntaba con otros grupos bilbaínos de la época. Hay otros sitios como el Soiz 3, extensión del original sin número. Allí todas las cuadrillas estrenaban cada noche algún novato dándole un chupito con alegría; el premio era un pene de plástico sospechoso de falta de higiene. Siguiendo calle abajo pasarás de largo unas escaleras grises, ni siquiera notarás su existencia. Son las escaleras de Solokoetxe, y salen en un video donde Fito canta mientras jóvenes beben sus litros y bailan al estilo vasco de cadera rígida.
Son innumerables las cuadrillas vascas que se han sentado a beber durante años en sus escaleras. Antes, la mayoría, compraban la priva en el IFA frente a San Antón y dividían las tareas: los que aparentaban más edad pagar la bebida y el resto a robar comida. La mezcla era mitad cola, mitad vino. El botellón de kalimotxo vasco hacía los estragos y te mandaba pronto de vuelta a casa, sin dinero, sin amor, te dejaba sólo frente a una sopa caliente que no querías. Para alguien que no es de Bilbao el video parece muy cutre, como si se hubieran quedado sin pasta y hubieran improvisado algo barato. Pero para Fito, retratar este símbolo undergorund del Botxo era algo tan normal y natural como él mismo.
7 Siempre estoy soñando – Plaza del gas – Explanada Puente Euskalduna.
La historia de Fito y Bilbao es, aunque tal vez nadie se haya dado cuenta, la misma historia. Año 98. Bilbao se está transformando para dejar de ser una ciudad de muelles oxidados y aguas sucias. Los noventa han sido años de gloria para el rock vasco, casi todas las grandes bandas han recalado en tierras vascas, incluidos los extremeños del indomable Robe Iniesta. Pero ese año Fito saca un disco con algunos temas personales. Ni siquiera él parece darle importancia. Mucho menos los bilbaínos. ¿Rojitas la orejas? Aquello es un cachondeo, lo único serio de Fito es estar con Platero y hacer rock.
Con este panorama Fito y los Fitipaldis se presentan en la semana grande de Bilbao en 1999 . Los teloneros, para más INRI, son Koma, que se exhiben a grito pelado antes de que Fito, mudo y amable como siempre, comience a tocar. Las canciones suenan pero allí no pasa nada. Nadie aplaude. Muy pocos cantan. Menos se saben las canciones y no porque sea difícil: sólo tienen un disco con diez. Algunos siguen hablando de sus vidas como si estuvieran en la cola del cine. Se escuchan gritos de ultras: “Fito chaquetero, queremos Platero”. Para una banda que saca su primer disco, aquello era mejor de lo que se podía esperar; pero no era una banda normal, era Fito Cabrales en Bilbao.
Llega el cambio de milenio y la ciudad se está convirtiendo en un carril bici para turistas. Como siempre hay dudas y sobre todo debates. A favor y en contra del Guggenheim y su coste, sobre si Lizarazu era o no vasco y otro sobre Fito o Platero. En casi todos la mayoría nos equivocamos. El Guggenheim fue un éxito que ninguna otra ciudad pudo repetir, Lizarazu nunca fue vasco, y sí, Fito era el futuro y no Platero. Así, llegado 2001, Platero tocó por última vez en Bilbao y es mismo año Fito confirmó la separación del grupo con el segundo disco de Fitipaldis. Pero esta vez el éxito llegó para no irse.
¿Por qué gusta a todo el mundo Fito? Puede que sea por su actitud de rockero auténtico que no va de estrella. O porque cuando escuchamos canciones nos imaginamos en lugares, y escuchando a Fito ese lugar es mejor. En definitiva, con las letras de Fito nos sentimos bien, encontramos algo de sabiduría y tenemos ganas de pasar a la siguiente canción. Lo tenemos todo.
En el año 2004 la Plaza del Gas fue sustituida, dejamos atrás sus carismáticas y peligrosas rampas por la pragmática, pero segura, explanada del puente Euskalduna. Íbamos borrando del mapa el Bilbao gris que habíamos conocido y sentíamos cierto síndrome de Estocolmo por aquella ciudad que nos había atrapado con sus sucias garras durante la juventud. Pero no había tiempo de arrepentirse. En esos 5 años desde el 99 la ciudad había dejado atrás su pasado y Fito había hecho lo mismo con Platero. Cuando asomo la cabeza aquella noche de Agosto, se quedó un poco acojonado: 60.000 personas le esperaban. El mayor concierto de la historia, nunca superado en la Aste Nagusia. Y, está vez sí, se sabían todas las canciones, todas las letras.
Está claro que en Bilbao Fito es el jefe. A su manera, sin ir de nada, resultando ser como ese taxista amable que nos deja contarle tu vida. Y es que podría perfectamente apodarse El Nagusia en Bilbao. Llamarse Fito Springteen. Y cantar canciones como “Nacido para correr” o, mucho mejor,”Nacido en Bilbao” dónde las letras podrían empezar: “Nacido en Bilbao/ Nací en Bilbao/ Tuve un pequeño problema en mi pueblo…”