El duelo, todo un viaje que el destino nos invita a hacer para renovar viejas estructuras que ya no nos servirán más, conlleva momentos críticos abundantes que se repiten dos o tres veces al día. A veces se prolongan en el tiempo.
Suelen ir asociados a recuerdos, a momentos de soledad, a llamadas de teléfono, etc. En realidad cualquier circunstancia no prevista puede desencadenar un episodio crítico.
Imagen: pixabay
Las emociones predominantes asociadas a estos momentos son:
Angustia
Pena
Tristeza
Desesperación o impotencia
Ira
Vacío
Soledad
Irán mitigando según va discurriendo el tiempo. Excepcionalmente al principio y más frecuentemente después, aparecerán fugaces momentos de aceptación y esperanza, así como otros de serenidad en los que se tendrá la certeza de que todo está bien. Por el momento escapa a nuestra comprensión.
DECIR ADIÓS
Para trabajar el desapego, la aceptación y la sumisión al destino sirven de ayuda los paseos diarios en la naturaleza, la meditación, el sentir, el vivir en la medida en que se puede el aquí y el ahora.
Procurar a diario momentos de soledad para experimentar la cercanía con uno mismo. Hablar desde la sinceridad con familiares y/o personas de confianza de la situación anímica que se está atravesando, ello produce un gran alivio.
SENTIR
Cómo elaborar el duelo por la muerte de un ser querido
Establecer momentos de silencio consciente en los que trabajar la calma interior y la quietud mental observando nuestras propias experiencias como si fueran las de otra persona y sacar las consecuencias oportunas. Observación simplemente, sin luchar contra nada, solamente observación y espera paciente y confiada en la sabiduría interior.
Permanecer atentos y abiertos a lo nuevo que se despliega en nuestro interior y a las perspectivas más humanas y enriquecedoras que asomarán a nuestra conciencia. Ello va a generar en una mejora de nuestra autoestima y una atitud más esperanzadora del porvenir. Significa ir haciéndonos conscientes de que detrás de las apariencias externas habita un alma que trata de comunicarse y a la que podemos acceder desde una actitud receptiva, dejando al margen los prejuicios y alejándonos también de los condicionamientos culturales.
Tomar conciencia de que en este estado de ánimo caótico se entremezclarán infinidad de pensamientos de diferente procedencia. Unos llegarán del propio contexto cultural en el que nos hemos educado y en el que vivimos; otros, de las exigencias que nos impone nuestro ego, e incluso algunos otros procederán de nuestro Yo profundo. Es preciso desarrollar, pues, un cierto poder de discriminación para saber diferenciarlos adecuadamente.
Observar a los seres vivos en cualquiera de sus expresiones intentando captar no solo lo que expresan sino lo que intentan expresar y a priori no se nos hace tan evidentes. Una observación desde el corazón.
Ajustar las necesidades físicas y psicológicas a lo que las mismas demandan, sin caer en la trampa de la autocompasión. Precisamente, debido a los momentos delicados que estamos atravesando, es más que nunca necesario prestar una atención especial a las necesidades de nuestro cuerpo y de nuestra alma, sin dudar en solicitar la ayuda adecuada si la situación lo requiere.
Intentar ser lo suficientemente humildes como para reconocer las propias limitaciones y nuestras imperfecciones como forma de aceptar las imperfecciones de los demás, estando dispuestos a aprender de cualquier persona o situación.
Permanecer en actitud de escucha activa, atentos a lo que el mundo espiritual nos sugiera. No se trata de hacer cosa alguna, ni tan siquiera de tener expectativas de nada, sino de estar activamente presentes y abiertos a lo que nuestro interior o nuestro entorno tangible o intangible quieran comunicarnos.
Fuente de Información: mentesana.es