Si hay algo que cambia en la vida, eso es el amor. Todas las relaciones tienen en común su comienzo: maravilloso, romántico, apasionado y lleno de ilusiones, pero no todas siguen por el buen camino y una de las formas de descarriarse es convertirse en tóxica. Estas relaciones se caracterizan porque una de las partes es dominante, manipuladora, suele destratar a la otra y juega su juego de forma impune.
Esto no sería tan grave si es que la otra parte hiciera lo que la lógica nos llamaría a hacer: emprender una triunfal retirada sin nada más que decir. Sin embargo, para que una relación sea tóxica necesita que el otro integrante de la pareja permita, fomente y hasta “ruegue”, a través de actos inconscientes, que su pareja siga comportándose de este modo.
Hasta ahora podríamos decir que si las dos personas están de acuerdo en relacionarse de esta manera ¿por qué habríamos de intervenir? No obstante, no está todo dicho, ya que estas relaciones esconden siete peligros de los que no podrás escapar si te involucras a fondo en ellas.
Lo que una relación tóxica puede provocarte
- Estrés: la situación de tener que pelear por tus derechos, hasta por el derecho de opinar, provoca un inevitable estrés. Esto te llevará a estar más nervioso, cansado y totalmente irritable. Las consecuencias a corto plazo serán pagadas por las personas a tu alrededor que nada tienen que ver con esta situación.
- Bajo rendimiento laboral: no es de extrañar que las personas involucradas en una relación tóxica sean las mismas que llevan sus problemas al trabajo. Cuando se trabaja por cuenta propia, esto redunda en bajo rendimiento y una caída de los ingresos. Pero cuando se trabaja para una empresa y se tiene contacto con el público y los colegas, tu recurrente mal humor puede derivar hasta en un despido.
- Dejar tus proyectos atrás: es muy difícil mantener un horizonte cuando estamos angustiados porque nuestra pareja no nos valora. Además, la persona dominante de una relación tóxica se las ingenia para que sus prioridades se impongan por sobre las de su pareja, algo que deja a esta última prácticamente atada de pies y manos para que realice sus sueños.
- Heridas emocionales: los insultos, los agravios, los empujones y los comentarios despectivos, tan clásicos de estas relaciones, calan hondo en la autoestima y en la psicología de quien recibe tales embates.
- Heridas físicas: al permitirle a una persona que nos hiera emocionalmente, le estamos dando luz verde para que sus agresiones se vuelvan más tangibles. Una relación tóxica es la semilla de la que surge la violencia doméstica.
- Matrimonio: en otro contexto, esta palabra sería tan positiva que hasta podríamos calificarla de “bendición”. En cambio, dentro de los parámetros de una relación de esta naturaleza el matrimonio es la forma que tiene el victimario para perpetuar su dominio sobre su pareja. Decir “sí” es dar nuestra autorización para que sigan hiriéndonos.
- La muerte: lamentablemente, cuando vamos hacia atrás en la mayoría de los crímenes pasionales, vemos que el origen de él fue una relación tóxica que no supo terminarse a tiempo.
Piénsalo dos veces
Si estás atrapado dentro de una relación que sospechas que es tóxica, no sigas insistiendo: casi podríamos asegurar que no hay precedentes de relaciones enfermizas que se hayan revertido. Cuando un vínculo se desvía y comienza a transitar por este rumbo, la única solución en el horizonte es la separación.