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Los Refutadores de Leyendas definen el fútbol como un juego en que veintidós sujetos corren tras de una pelota. La frase, ya clásica, no dice mucho sobre el fútbol, pero delata sin piedad a quien la formula. El mismo criterio permite afirmar que las novelas de Flaubert son una astuta combinación de papel y tinta.
Alejandro Dolina
Gracias al desarrollo de la cybercultura estamos reinventándonos como individuos sociales, desarrollando micro poderes; individualmente pequeños (en cuanto son domésticos y propios) pero visiblemente inmediatos, globales y perdurables en cuanto hablamos de la cyber-opinión, u opinión digital.
Cuando afirmo que desarrollamos micro-poderes me refiero a la capacidad de influir, auspiciar, apoyar, debatir, confrontar, consumir, abortar, evitar o propugnar una determinada postura, acción, producto o servicio, de manera individual pero con el conocimiento de nuestra comunidad particular, de nuestra colmena. Cuando las distintas colmenas están en contacto directo, la visibilidad es continua -por oleadas- y la capilarilad la torna global.
Este poder de opinión y de colmena lo traigo a colación de lo que se pudo vivir el domingo pasado en este mundial tan 2.0. Mucho más 2.0 de lo que pueda verse a primera vista, que sin banalidades adelanta un cambio en la forma de comunicarse y que pone en evidencia el rol del periodista “de cadena”. O de las mismas “cadenas” de información.
Una colmena multicolor
Retomando aquello de ”las distintas colmenas en contacto” debo decir que me agrada que se mantenga la heterogeneidad de mis tradicionales amistades 1.0 en la forma de mis amigos 2.0. Enriquece el timeline, sobretodo en momentos donde dos partes están en debate.
Este fue el caso –partido de por medio- de mexicanos y argentinos, de ingleses y alemanes. Claro que hubo otros equipos y otras comunidades, el caso que comento es el de las que leí. La de argentinos y alemanes, la de alemanes y españoles. El resto de partidos fueron confrontaciones silenciosas, menos visibles para mí. Hasta que llegó el domingo.
En este domingo y antes del final florecieron grandes comentarios. Digo “antes”, ya que el “después” siempre es una fiesta, por lo menos en uno de los dos lados, claro.
También digo “grandes” a la vista de la presión que sintieron sus fans, en una final deseada, esperada por ambos equipos y que se percibía un “algo” mayor a su propio marco deportivo.
Aquí es donde resultan drásticamente separados los mundos de los medios tradicionales y sociales, la cultura de medios previa al 2.0 y la 2.0. En ambos grupos brilló el reflejo de la camiseta junto con el del medio, desde ya. La parcialidad de la camiseta es un ejercicio válido, tierno, ligado a lo personal. La parcialidad de los medios también es un ejercicio válido, táctico, ligado a la cultura de la emisora.
De esta manera, los primeros (de uno y otro grupo) lo hacían de una manera más íntima (fotos de su casa viendo el partido), más participativa (siguiendo lo que decía otro amigo) y mas equidistante (respondiendo, “dialogando” con el amigo de la “otra” camiseta) de lo que lo hacían periodistas de los medios tradicionales, de una u otra cadena, de uno u otro lugar.
Nada que nos asombre.
Pienso en la diferencia entre goce y placer. Tanta distancia existe entre uno y otro, como entre la TV donde se emite y las redes, donde se comparte. El goce siempre es exceso.
En cierta TV, la única forma de diferenciarse parece provenir de la provocación, del absurdo, del sin sentido. Del exceso basto y visceral.
Afortunadamente, en los medios sociales podemos contar con el placer de conversar, aunque llevemos pegada la camiseta como una segunda piel.
Lo que dije, escribí, oí, leí y recomendé
Siguiendo con el resumen semanal, debo dar las gracias a los aportes de @MalwenBcn @Randy_Duermyer @ambercadabra @dreig @Ugeferradas y por supuesto @dsoler.
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El gran trabajo ha sido de los autores, lo mio es apenas una inexacta selección. Pero el próximo miércoles saldrá mejor.
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