Revista Coaching

8 cosas que puedes hacer para sentirte mejor contigo mismo

Por Maria Mikhailova @mashamikhailova

abc_cambio

Me paso la vida despidiéndome de lugares: casas, barrios, ciudades, países. Ahora más que nunca, más que otros años. Como les digo a mis amigos: vivo con la maleta a cuestas. Hoy toca una mudanza más: de Tres Cantos donde hemos pasado casi dos meses esperando la primavera hasta que ésta por fin ha hecho su aparición en todo su esplendor… a la casa de la playa, aunque nuestra estancia allí no va a ser demasiado larga o al menos no continua.

Como siempre, hago dos montones de cosas: las que voy a necesitar en la nueva casa y las que dejaré en la de mi familia, en mi antigua habitación. Esto sí, esto no, esto pesa demasiado, esto puedo ponerlo en un frasco más pequeño o en una bolsita, que si las medicinas x, que si puedo prescindir del secador… y cosas por el estilo.

Cuando no tienes un hogar concreto, aprendes a vivir con pocas cosas, con las justas. No te gusta que te regalen cositas y lo que recibes, sueles regalarlo a los demás. No es mera cuestión de ser una persona simpática, sino de ser práctica y de prescindir de aquello que no es  primordial para la existencia.

Tirar cosas se ha convertido en otra de mis aficiones. Siempre he sido un poco de ir desprendiéndome de lo innecesario, incluso cuando tuve mi propia habitación durante más de 10 años… Ahora recuerdo con una sonrisa irónica que cuando compramos la casa actual de mi familia, me negué a poner cortinas pensando que en breve me iría de allí. ¡Tenía 18 años y permanecí allí hasta los 30!

Siempre he sido un poco así, deseando moverme. Y como dice mi querido Ruslán Narushevich, uno de los maestros de los Vedas: “cuidado con lo que deseas; tus sueños se pueden hacer realidad“. Así me siento ahora: he deseado no permanecer nunca en el mismo sitio, comprar una casa por toda la vida me producía terror, anclarme, conocer mi futuro a rajatabla, vivir como el resto de los mortales. Pues bien: ahora deseo justo lo contrario. Un sitio en el que permanecer al menos un año entero, sin contratiempos, sabiendo que este año será para disfrutar del lugar, para conocerlo a fondo, para hacer allí una vida.

Ayer me despedí de Tres Cantos, una moderna ciudad que apenas conocía y por la que di un paseo que alargué al máximo. Llegué a la cima de una montañita pequeña, dentro de un parque, y contemplé desde allí sus altos y modernos edificios, sus calles amplias y sus rotondas, albergando un tráfico constante y relajado. Vi a niños disfrutando de la primavera, jugando, a familias paseando con sus cochecitos de bebé, a jóvenes reunidos en grupo, forjando juntos sus gustos y opiniones, a jubilados dando una vuelta al atardecer. Fue una tarde especial: una tarde anticipando una lluvia que no llegó, el sol reluciendo tímido por entre las tupidas nubes de color violáceo, azul y gris. Hacía calor, soplaba una brisa ligera. Subida en aquel montecito, sentada en un banco, a solas, aspirando el aire del atardecer me dije que agradecía al universo habernos brindado la oportunidad de haber estado en este lugar, de haberlo conocido un poco, de disfrutar de sus parques, sus calles, sus rincones. Imaginé las miles de vidas tras las ventanas de altos edificios de las urbanizaciones. Algunos vivirían allí uno o dos años, otros lo harían por 10, 20, 30 y algunos por toda la vida. ¿Cuál será mi lugar?, me pregunté. Aun no lo he encontrado. Aún es pronto, sonó en mí.

Mi vida es diferente, no es mejor ni peor, simplemente es así. Aceptar, como decía en la Z de ZEN, es la clave. Aceptar que no hay nada seguro, que todo se mueve, nada permanece. Estoy en una fase de aprendizaje a lo grande. He tenido unas conversaciones muy interesantes estas semanas con una persona que me enseñó cosas sencillas pero importantes. La vida me llevó hasta ella y habló a través de ella. A ella le agradezco su sabiduría, su hospitalidad, su bondad, su confianza. La vida nos lleva por situaciones concretas para decirnos algo. Y son precisamente las situaciones más difíciles las que más nos enseñan. Aun me queda mucho camino por andar, mucho por aprender. Mis lecciones a aprender son: la paciencia, la tolerancia, la aceptación, la capacidad de soltar las cosas y las situaciones.

Estos dos meses he aprendido cosas nuevas: la técnica de autosanación llamada Reiki, de la que ya os hablaré y que creo me está ayudando a sentirme mejor conmigo misma. Es un momento para estar conmigo, para conocer mi propio cuerpo, aprender a escucharlo, a captar sus vibraciones, sus necesidades. Mi consciencia me habla a través de mi cuerpo. Es el momento perfecto para meditar: para desarrollar el perdón, la tolerancia, la aceptación de mí misma y de los demás. Es una energía que sana, pero desde el subconsciente, desde nuestro yo más profundo.

Estoy aprendiendo más del Ayurveda y espero en breve tener un sección nueva en mi blog dedicada exclusivamente a eso. El Ayurveda es mucho más que nutrición o masajes. Es una forma de medicina holística, donde entra en contacto todo lo que somos: cuerpo, mente, espíritu, alma.

Estoy aprendiendo a respirar. Sí, algo tan sencillo y tan importante al mismo tiempo. Respiramos bastante mal, no dejamos que la energía, el aire o prana se destribuya correctamente por nuestro cuerpo. Y es vital saber respirar bien para mantener el equilibrio, para estar sanos.

Ahora, en medio de recoger todas mis cosas, he parado unos minutos para expresar eso que siento, eso que me llena de positividad, optimismo, confianza. He aprendido muchas lecciones, me faltan miles por aprender. ¿Pero no es la vida misma una forma de aprender cosas? ¿Para qué si no estamos aquí?

Os resumo mis lecciones aprendidas en estos meses desde que he vuelto a España (a lo mejor algunos os sentís identificados con ellas):

1. Perdona a todos, incluso a aquellos que crees que te han hecho daño. En realidad, los necesitas para aprender algo sobre ti.

2. Aprende a ver las cosas sin juzgarlas (qué difícil). Cuando juzgas a alguien, lo que habla por ti es tu soberbia. Es como si quisieras ponerte por encima del otro, al decir que tú no eres así (así de malo, así de prepotente, así de estúpido, etc.)

3. Tolera a los demás. No son perfectos, pero tú tampoco lo eres. Los demás tendrán opiniones y  harán cosas que te parezcan irracionales, absurdas, groseras, etc. pero volvemos al punto dos: tú tampoco eres perfecto ni eres quién para juzgarlos. Todos se merecen un respeto.

4. Cuando algo te molesta muchísimo, piensa: ¿por qué me molesta, qué hay en mí que me hace sentir mal por esta circunstancia? Es decir, lo que ocurre fuera de ti, si resuena en tu interior de forma especial, es que lo llevas dentro tú también. Por raro que parezca, tiene sentido. Trata de averiguar por qué te molesta eso, pero piensa desde ti, no desde el otro.

6. Acepta las situaciones que no puedes cambiar y piensa qué lecciones tratan de brindarte. Verás que efectivamente hay algo que te están intentando decir.

7. Piensa menos en general, trata de sentir las cosas, de vivir el momento. El momento actual es lo único que tienes. Disfruta de cualquier cosa por pequeña que sea: los pájaros que oyes cantar en este instante, la brisa, el sol, la lluvia, el viento, una canción, una taza de té, un baño… disfruta y agradece.

8. Si quieres cambiar, cambia ahora, elige algo pequeño que puedes hacer ahora mismo: una lista de propósitos, una actividad sencilla, meditación, respiración consciente. Los grandes cambios empiezan por cosas pequeñas, las cosas que eres capaz de hacer en este instante.


Volver a la Portada de Logo Paperblog