8 de julio de 2016: la duda que no cesa

Publicado el 08 julio 2016 por Benjamín Recacha García @brecacha
El regreso de la inspiración literaria coincide con el calor, así que hay que buscar lugares fresquitos e hidratarse y alimentarse bien…

¡Hola, Toni!

Han pasado casi tres meses de mi última carta y casi dos de tu ‘Odisea ciática’ (espero que estés mucho mejor de la espalda). Aunque hemos ido comunicándonos por las redes sociales y algún email, es demasiado tiempo sin novedades/reflexiones públicas sobre nuestra aventura literaria.

Está siendo un año raro. O al menos es la sensación que yo tengo. No estoy siendo todo lo disciplinado que debería con la rutina escritora. Avanzo a trompicones. Me paso semanas enteras sin apenas crear nada potable y de golpe, como me ocurrió el otro día, me pongo a vomitar palabras, casi 5.500 durante ocho horas de trabajo, para construir un relato para un certamen.

Será que no ha habido tiempo, que me pongo a ello el último día del plazo. Obviamente, hice tarde, así que no lo aceptaron, pero no importa porque lo he aprovechado para otro concurso.

Concurso mediante o no, la buena noticia es que fui capaz de ponerme a escribir con la determinación de no dejarlo hasta acabar, y cumplí con el reto. La segunda buena noticia, creo que directamente relacionada con la primera, es que desde entonces he recuperado la rutina creadora, con lo que he desencallado el proyecto en el que andaba metido, en principio con la pretensión de completarlo a tiempo para presentarlo al concurso de autores indies de Amazon.

Lo de escribir a trompicones es una muy mala idea. Mientras más tiempo deja pasar uno entre una sesión de escritura y la siguiente, más cuesta que el boli traslade al papel algo que valga la pena.

Creo que uno de los factores que ha perjudicado a mi fertilidad literaria es lo demasiado implicado que he estado en la actualidad política. La eterna campaña electoral y la ilusión por un cambio en este país que parece condenado al miedo, al conformismo y a la ignorancia por algún tipo de sortilegio me han ocupado demasiada atención. Desde el 26 de junio esto ha cambiado. Al bajonazo por los resultados electorales se une la necesidad imperiosa de desintoxicación de politiqueo. Estoy tan saturado que desde entonces apenas he escuchado radio y leído prensa (la tele hace años que no la veo). Desde luego, he dimitido definitivamente de lo que llamamos “grandes” medios y prensa tradicional. No tengo la entereza mental suficiente para soportar el veneno que escupen.

En fin, que me encuentro a régimen estricto de pseudoinformación y propaganda. El médico también me ha prohibido que lea o escuche nada que salga de la boca o la pluma de la mayoría de esos individuos que se hacen llamar políticos, pero que a lo que básicamente se dedican es a ejercer el populismo barato (y no me refiero a los “populistas” oficialmente etiquetados por el sistema, que también los tengo bastante atragantados, dicho sea de paso).

Total, que estoy seguro de que la dieta me va a sentar muy bien.

Pero no puedo cargar todo el muerto a mi conciencia político-social. Hay más cosas que me están afectando. No son nuevas. De hecho, en parte son los mismos motivos que me llevaron a iniciar estas cartas a un escritor, hace ya dos años. Y es que por mucho que me repita que esto es un camino muy largo, del que apenas he recorrido un trecho, y que lo más importante es disfrutar del trayecto, las dudas siguen ahí. Tú te referías a ello en tu última carta. Me temo que esa vocecilla insidiosa nos acompañará por siempre, al menos mientras no dejemos de ser escritores entusiastas, con cierto talento, mucho esfuerzo, y muy poca compensación económica.

Me planteo cosas, continuamente. Me hago preguntas, me cuestiono si la autoedición es realmente un camino sensato. Si tanto esfuerzo, tanta inversión de tiempo en lo que no es escribir compensa. Ya ves que son las mismas dudas de siempre.

Seamos realistas: la gente lee poco y, sobre todo, gasta poco dinero en libros. Los libreros hacen malabares para que las cuentas cuadren a final de mes. Si lo pensamos fríamente, la apuesta que yo he hecho es absurdamente pretenciosa o ridículamente ingenua. ¿Quién narices va a ir a una librería a comprar mis libros si apenas ya siquiera se venden los considerados best-sellers?

Sigo en las redes a autores que, como yo, se han lanzado a la autopublicación en papel. Hay casos muy destacables, que, desde luego, cualquiera que tenga la idea de autopublicar debería tener muy en cuenta. Isaac Pachón, por ejemplo. Tiene un libro de relatos, Cosas que escribí mientras se me enfriaba el café, que con un año de vida ha conseguido colocar en un montón de librerías. Tiene casi ocho mil seguidores en Facebook, y no para de idear iniciativas originales para promocionar su obra. Hace poco celebraba con un post el haber alcanzado los mil ejemplares vendidos. Está claro que el tipo es un crack del marketing.

Tuve la oportunidad de conocerlo el año pasado, en Kosmopolis (entonces me pidió consejo, vaya tela…). También es de Badalona, realmente muy majo. Tiene carisma, y eso en las redes sociales ayuda, aunque no es suficiente condición para vender libros, así que el mérito es bestial. No me extrañaría nada que pronto le caiga alguna oferta editorial interesante. De hecho, sería absurdo que no intentaran sacar provecho de un autor con semejante potencial comercial. Aún no he leído el libro, pero lo haré.

Lo que quiero decir con el ejemplo de Isaac es que para asomar la cabeza en este mundo, como de hecho hemos hablado montones de veces, hay que moverse muchísimo. Él está poniendo toda la carne en el asador. Estoy seguro de que dedica un porrón de horas a ir de aquí para allá, a contactar con librerías, periodistas, a idear acciones de promoción, a responder mensajes, emails, a hacer contactos interesantes en Facebook y Twitter… Básicamente es lo que yo hacía cuando publiqué El viaje de Pau. Y creo que conseguí un nivel de “popularidad” bastante notable. Quizás si hubiera insistido en iniciativas tan atractivas como ‘El libro viajero’ y hubiera creado nuevas promociones habría acabado llamando la atención de alguna editorial o agencia literaria. O puede que no. No sé.

Lo que sí tengo claro es que no habría escrito Con la vida a cuestas (que, por cierto, acabo de presentarla a un certamen abierto a obras autoeditadas) ni ahora tendría dos novelas empezadas (una es la que pretendo acabar para el concurso de Amazon, la otra es la policíaca que he dejado en standby hasta tener la cabeza a lo que tengo que tenerla para hacer una revisión exhaustiva y seguir adelante).

Igual habría sido una buena idea. Pensando en el rendimiento a corto plazo, seguro. No sé si Isaac está escribiendo algo nuevo. Le preguntaré. Si la respuesta es que sí, entonces me declararé abiertamente su admirador número uno, porque lo que mi experiencia de estos tres últimos años me dice es que es imposible compaginar la escritura con la promoción, la vida laboral remunerada y la vida familiar. Sobre todo si uno pretende dormir al menos seis horitas diarias.

No me quejo, aunque el tono empleado suene muy cercano a ello. Soy consciente de dónde me he metido y no pretendo dar pena para que alguna alma caritativa me compre un libro. Simplemente me desahogo, que para eso es mi carta. Pongo las ideas en orden, enumero las preocupaciones. En definitiva, soy realista.

Y pienso (ya lo había dicho, ¿no?). Tengo algunas ocurrencias. La verdad es que ponerme a hacer marketing, ahora mismo me produce bastante pereza. Creo que dispongo de buen material para ser un poco plasta. Creo que Memorias de Lázaro Hunter: los caminos del genio es un libro ideal para petarlo en Amazon, por ejemplo. Es una historia mucho mejor trenzada, con unos personajes infinitamente más atractivos que los de La cooperante, por ejemplo, que sí se ha vendido bien.

Pero no me apetece sacrificar el tiempo que le puedo dedicar a la creación para lograr algunas descargas de las novelas que ya tengo publicadas. Si tuviera una mentalidad dirigida a la ambición comercial lo haría, desde luego. O, quién sabe, igual en un par de meses me da por ahí y me pongo como un loco a “spamear” en las redes (no lo creo). Quizás me quemé un poco bastante con El viaje de Pau, y eso que no tengo la sensación de haberme hecho especialmente pesado.

Es complicado. Tú ahora estás a punto de ver cumplido el sueño de publicar con una editorial. Ojalá te vaya muy bien, que se agote la primera edición y apuesten por una segunda; que te ganes un prestigio y tu siguiente obra se la disputen entre varias editoriales; y que acaben haciéndote entrevistas y tus libros copen las listas de los más vendidos. Sería chulo, ¿eh?

Ya sé que tú prefieres no crearte expectativas y que no descruzarás los dedos hasta que veas el libro en los escaparates. Es la actitud adecuada, aunque nunca viene mal mantener un grado extra de ilusión, aun a riesgo de llevarte pequeñas decepciones.

Yo estoy seguro de que vas a hacer carrera.

Últimamente me he planteado si vale la pena autopublicar obras en las que he invertido tantos meses, incluso años. Si no sería mejor probar con editoriales o certámenes literarios (no los que todo el mundo conoce y que más o menos sospechamos que otorgan los premios atendiendo al apellido e intereses comerciales) y, si acaso, ir publicando en las plataformas digitales obras “menores”, más ligeras, tipo La cooperante, que me requieran menos esfuerzo creativo. No sé, ya te digo que en el tema comercial sigo yendo bastante a ciegas.

Ya he comentado que estoy escribiendo una novela con la intención de presentarla al concurso de autores indies. Tú también te lo estabas planteando.

Las posibilidades de quedar entre los finalistas son muy escasas porque el criterio de selección básicamente responde a la popularidad. Ahora bien, por probar no perdemos nada. Eso sí, me voy a tener que dar prisa.

He optado por escribir una historia de ficción basada en una realidad que conozco bien. La he ambientado en el lugar donde vivo. Sólo adelantaré que el tema principal tiene que ver con el maltrato institucional a la escuela pública y que el tono empleado pretende ser bastante ligero. Es una novela coral, con varios personajes que comparten protagonismo y que, como ya sabes que me gusta hacer, nos muestran sus penas y alegrías. Podría decir que utilizo el tema de la escuela como hilo central alrededor del cual orbitan las vidas de los personajes. Sobre todo me centro en los diferentes modelos de familia y en las relaciones personales.

Probablemente no llegue a tiempo para presentarla al concurso, pero en todo caso será una obra más que añadir a las cinco que ya están disponibles en el inabarcable universo editorial (incluyendo la que compartimos, Cartas a un escritor. ¿Cómo se escribe un best-seller?). Ya veré qué hago con ella.

Me está quedando una carta bastante gris, y tampoco sería justo resumir esta primera mitad de año en sólo dudas y escepticismo. Me han pasado cosas buenas, de hecho, de las mejores desde que empecé. La próxima participación en el III Congreso de la Asociación de Escritores Noveles es una. La otra, la sorprendente e impagable experiencia junto a los estudiantes del Colegio 723 Puerto Argentino, de la que hablé extensamente en un post anterior.

Contestando (con mucho calor) a las preguntas de los alumnos de 4º del Colegio 723 de Comodoro Rivadavia.

Hace un par de semanas Viviana y Teresita, las profesoras responsables del proyecto, me enviaron la larga e interesante entrevista que han preparado sus alumnos, acompañada de una grabación en vídeo en el Cine Teatro Español de Comodoro Rivadavia (Patagonia). Ya la he respondido. Es la entrevista más larga que me han hecho hasta ahora, más de cuatro mil palabras. Se nota que han trabajado las preguntas, que se han informado sobre mi trayectoria, y me gusta que no sólo pregunten por mis libros, sino que también se interesen por la situación política del país. Es remarcable, por ejemplo, que me pidan opinión sobre el proceso independentista que estamos viviendo en Catalunya.

Ahora grabaré mis respuestas también en vídeo y cuando el proceso haya concluido espero publicarlo todo en el blog. Reitero que, probablemente, se trata de la experiencia más gratificante que he vivido gracias a mi aventura literaria. Si no hubiera apostado por la autopublicación, me la habría perdido, y te aseguro que la ilusión y el agradecimiento que me están mostrando esos buenos amigos argentinos compensan todas las dudas.

Además, gracias a ellos es muy probable que ponga en marcha una nueva vía de comunicación/promoción que hasta ahora tenía bastante olvidada: los podcasts. Llevo tiempo dándole vueltas a la idea de subir audiorrelatos a mi canal de ivoox. Los chicos del Colegio 723 me han animado a ponerme a ello al pedirme si les podía enviar la locución en catalán de un fragmento de ‘La nena del roure’ (el cuento que me premiaron en Sant Jordi en Caldes de Montbui). Total, que lo he grabado entero. Tengo que editarlo un poco, ponerle una banda sonora de fondo adecuada, y subirlo. Ya informaré.

Seguro que tengo más cosas que contarte, pero por hoy lo voy a dejar aquí. A ver si muy pronto tenemos la oportunidad de charlar largamente en persona acompañados de unas cervezas bien fresquitas. Espero que cuando vengas a Barcelona también traigas la compañía de algunos ejemplares de tu Autotomía recién salidos del horno.

¡Un abrazo!