Esta no es una reseña como las habituales, pues se trata de una recopilación de cartas que dos personas se intercambiaron. Aquí no puedo hablaros del estilo, de los personajes o de la trama, porque no hay ninguno de esos elementos. Así que he pensado hablaros un poquito de mi aventura en busca del número 84 cuando fui a Londres a finales de noviembre y haré una brevísima opinión muy personal.
Confieso que la mayor parte del libro (por no decir todo) lo leí en el viaje de vuelta, pero eso no hace que no buscara el número 84. Un número que no encontré. Bueno, miento. Lo encontré porque entre el 84 y el 86 lo que había era un Pizza Hut. Al volver decidí investigar qué había pasado con la librería (en el libro no lo mencionan) y fue entonces cuando vi que dónde estaba situado había una placa conmemorativa. Una placa que yo no encontré.
Esa soy yo, sí, buscando alguna señal de la librería.
Es una pena que la librería no haya llegado a nuestros días. Supongo que pensaba que al haberse convertido el libro en todo un éxito (incluso tiene varias adaptaciones cinematográficas) se habría protegido el lugar. Lo que me hace pensar que no valoramos el gran trabajo que hacen los libreros y que 84, Charing Cross Road es un libro que te lo recuerda. Sin Frank Doel, Helene no habría podido encontrar los libros que ansiaba leer, las ediciones que ella prefería. En sus cartas se nota que ella era una persona maniática con los libros, como cualquiera de nosotros. Nadie me puede negar es el amor por los libros que se respira. Me gustan este tipo de libros.
Dos horas y poco es lo que me duró su lectura, ya que es un libro muy rápido de leer. Las cartas son, la mayoría, muy breves, sencillas y entretenidas, ya que no sólo se sabe sobre Helene y Frank sino también sobre el resto de trabajadores de Marks & Co., e incluso de la familia de Frank. Siempre me ocurre lo mismo con los libros epistolares: me da la sensación de que espío la vida de otras personas.