Revista Cultura y Ocio

96.- Patas arriba: el mundo de la escuela al revés

Publicado el 07 agosto 2011 por Javiersoriaj

En 1998, Eduardo Galeano publicaba un libro titulado Patas arriba: la escuela del mundo al revés. A día de hoy, quizá deberíamos plantearnos escribir otro similar, referido a la situación de la educación en la Comunidad de Madrid y otros lugares, titulado Patas arriba: el mundo de la escuela al revés. Como en el libro de Galeano, podríamos decir que “hace 130 años, después de visitar el país de las maravillas, Alicia se metió en un espejo para descubrir el mundo al revés. Si renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría asomarse a la ventana”. Lo mismo le ocurriría si quisiera ver la escuela al revés. Le bastaría pasarse por un instituto público madrileño.

Muchas han sido las agresiones sufridas por el sistema educativo público desde las diversas instancias gubernamentales, central y autonómica, dejando literalmente patas arriba la Educación en nuestra comunidad. Paradójicamente, la mejora del sistema educativo está en boca de todos, pero la realidad remite a realidades diferentes a las que el lenguaje de nuestr@s dirigentes afirma. Como gran “logro”, profesoras y profesores somos desde el curso pasado autoridades públicas, lo que incide, podemos suponer, en que ahora, con ese “cargo”, haremos mejor nuestro trabajo aunque nos degraden las condiciones: ratios más altas, tensiones derivadas de la degradación de nuestro trabajo, eliminación de tutorías, escasa valoración social, recortes laborales, del sueldo… y de nuestra dignidad. El malestar que debería generar el ver cómo se degrada y denigra una profesión fundamental para cualquier sociedad debería ser generalizado, y sin embargo, no lo es. Patas arriba.

Así, debemos luchar para recuperar la educación pública, a todos los niveles. Hay que decir a la sociedad lo que somos, lo que hacemos, cuál es nuestro papel fundamental. Hay que defender los derechos conquistados. Hay que hacer que nuestra profesión, nuestro oficio, sea visto como una base social, y no como un “retiro” de vagos a los que sólo interesan los días de vacaciones.

Aparecimos el curso pasado con un agujero en el bolsillo y otro en el alma, dado que los recortes hicieron que compañeras y compañeros abandonaran los centros. Hemos visto cómo se ha incumplido la ley por no poderse hacer frente a lo que plantea, dados los recortes en el gasto educatito. Nos encontramos con los argumentos falaces de siempre en relación a dónde se debe recortar para salir de la crisis. Nos encontramos con que la realidad no corresponde a la palabra de quienes dirigen el sistema educativo. Y por ello intentamos protestar por las nuevas condiciones, que degradan la educación de nuestro alumnado, sin que, por lo visto, nuestra voz alzada sirviese para algo. Y gritamos más fuerte, y siguieron sin oírnos. Y cuando quisimos gritar aun más alto… resulta que nos quedamos sin voz, quizá por la desunión que nos impide abordar, pese a todo, planteamientos conjuntos que den solidez a aquello en lo que creemos. Patas arriba.

Y si eso fue el curso pasado, este año los recortes, la degradación, el ataque, se agudizan. Ya no hay tapujos para lo que se pretende en relación a la escuela pública. Y ahora sí es inevitable. Ya no podemos esperar más. De esta lucha dependerá en gran medida nuestro futuro, en todos los sentidos.

Queda mucho por andar, pero podemos eliminar oscuridades y abrir nuevos caminos iluminados. Para ello, debemos unir nuestra luz, demasiado dispersa.

Gritemos, desde nuestra digna rabia, contra la agresión. Gritemos, desde nuestra voz limitada, por una escuela pública mejor. Gritemos para que la educación deje de estar patas arriba. Pero, eso sí, no nos conformemos con gritar. Ya sabemos que no nos quieren oír. La lucha tiene que empezar.  


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