A 20 años de la muerte del cura rafael maroto

Publicado el 14 julio 2013 por Adriana Goni Godoy @antropomemoria
A 20 AÑOS DE LA MUERTE DEL CURA RAFAEL MAROTO
Sacerdote y militante del MIR, miembro de su comité central y vocero público durante los últimos años de la dictadura. Conoció la lucha, la resistencia y sus inevitables consecuencias: la persecución, la cárcel y la relegación.
Hoy 10 de julio se cumplen veinte años de su muerte. Alcanzó a vivir 80 años y medio.
Los últimos meses transcurrieron marcados por el paulatino deterioro de su salud. Le abandonaban las fuerzas físicas pero no la lucidez de su espíritu ni el criterio agudo para constatar que la democracia que había llegado no era aquélla por la cual tantos militantes habían entregado sus vidas: Rafael Maroto continuaba alertando y buscando caminos para reagrupar las fuerzas dispersas de la Izquierda.
Participó en la formación de la FAI (Fuerza Amplia de Izquierda) y del MIDA (Movimiento de Izquierda Democrática Allendista). Pero, sin duda, se daba cuenta que las condiciones para este tipo de esfuerzos ya no eran para nada favorables y los intentos terminaron pronto en decepción y nuevas frustraciones.
Lentamente, Rafael Maroto se empezó a despedir de la vida pública. Encontró acogida, cariño y el cuidado que necesitaba en la familia de un antiguo compañero, al que conoció cuando trabajaba como sacerdote obrero en la construcción del Metro de Santiago. Cuentan que a veces en la noche lo sintieron hablar solo. Con la grabadora en la mano preparaba discursos que ya nadie iba a escuchar.
En una helada mañana, el 10 de julio de 1993, entregó su vida confiadamente a ese Dios que él supo anunciar con valentía, el Dios de la justicia, la libertad y la dignidad. Sus funerales transformaron el frío grisáceo del invierno santiaguino en una fiesta de resurrección primaveral. Predominaba el respeto, la gratitud, el homenaje a uno de esos hombres que nunca mueren, que siempre resucitan en el corazón del pueblo al que han amado y por el que han dado hasta la última gota de energía.
Quiso simplemente ser un sacerdote presente en la lucha popular. Ahí estaba su fortaleza. Y esta fuerza fomentaba la espiritualidad revolucionaria en los militantes que siempre lo admiraban con profundo respeto. Le dolió mucho la división del MIR, en los años 80. Sintió como que algo de su más íntimo ser hubiera sido lastimado y herido. Pero el hecho de que las dos tendencias que se formaron le mantuvieran su amistad, demuestra que su compromiso fue sólido y profundo.
Aunque Rafael nunca fue teólogo y no dejó para la posteridad ninguna teoría cristiana-revolucionaria, su biografía a cada paso cumple cabalmente esa función. Hoy sorprende leerla, descubrir detrás de este sacerdote singular a un hombre humilde, político y cristiano visionario, con una claridad de pensamiento analítico y profético que llama la atención. Lamentablemente, esta biografía casi no se conoce. El escritor Jorge Narváez, ya fallecido, la recopiló con datos y conversaciones, testimonios y situaciones de la vida de Rafael, cuando éste se encontraba relegado en Tongoy en el invierno de 1984.
Hace diez años, Rafael Maroto se fue. Pero no nos deja solos. Recordarlo con un homenaje no basta. La gracia está en descubrir su importancia para el momento actual. Es ahí donde debemos nuevamente sentir su presencia, su espíritu de unidad y lucha, de no restar sino sumar fuerzas en proyectos como la Fuerza Social y Democrática y el Foro Social Mundial, para compartir el sueño de que “otro mundo es posible”.
Maroto, aun viejo, jamás dejó de soñar un mundo mejor y no vacilaba dedicarse a tiempo completo -en desmedro de su salud- para que ese sueño se hiciera realidad.
Rafael Maroto sigue vivo y nos enseña a soñar. No los sueños baratos que ofrece el sistema, los que se venden y se compran pero que muy luego se pudren y no sirven para nada. Maroto nos invita a seguir soñando y a construir movimento social, aún en condiciones muy desfavorables.
El sacerdote Rafael Maroto conoció también la burla y el desprecio de parte de sus hermanos al interior de la Iglesia. Pero hasta hoy, sigue creando conciencia de que ser cristiano y revolucionario es compatible y mutuamente fecundo.
Afortunadamante, en el continente comienzan a soplar nuevos vientos otra vez. Y como Rafael solía decir, pueden ralear muchas flores pero no detendrán la primavera. Algo de esa primavera anhelada, sin duda, está brotando. Por todo eso, querido compañero Rafael, gracias. No te olvidamos. Ahora que estás con Miguel, con Luciano, con Bautista y todos aquellos y aquellas que nos hacen falta, te rogamos que no te olvides de nosotros.
Te gustaba decir: sólo la lucha nos hará libres. Pero algo quedó trunco… Así que al menos aliéntanos cada día con la otra palabra de Miguel: adelante, con todas las fuerzas de la historia

LEO WETLI(año 2003)

 

Sacerdote, profeta 
y revolucionario

Autor: LEO WETLI

Rafael Maroto vivió intensamente como hombre, sacerdote y militante revolucionario. Su recuerdo vive y se fortalece en el corazón de los compañeros y en la gratitud de los más humildes. Es un recuerdo que nace con fuerza cada año cuando se acerca el 10 de julio. Ese día de 1993, a la edad de 80 años (había nacido el 10 de enero de 1913) se despidió de esta tierra. Se fue en invierno, sin haber visto tampoco para su país la primavera que tanto soñaba, sólo un atisbo de libertad y democracia con la que nunca se conformaba.
Rafael Maroto tenía una gracia muy excepcional: la capacidad de bajar en los escalones institucionales y sociales, para subir en calidad de militante y revolucionario. Como joven sacerdote tuvo por delante una segura carrera eclesiástica. Brillante predicador y guía espiritual llegó a ocupar el cargo de vicario episcopal. Eran los años en que en toda América Latina, y en la Iglesia Católica a nivel universal, muchas cosas comenzaron a cambiar o, por lo menos, a cuestionarse. 
Rafael Maroto se hizo poblador y cura obrero. En lo político cumplió con su papel de militante del MIR. Más tarde, como miembro del comité central del partido, Rafael logró sintetizar el pensamiento de obrero, luchador social y militante con el de pastor, teólogo y sacerdote. Se llegó de esa manera a configurar una cierta anticipación de lo que más tarde sería la Teología de la Liberación. 
Después del golpe de 1973 y durante toda la dictadura, Rafael estuvo a cargo de organizar un Frente Cristiano que desde las comunidades cristianas populares diera respaldo a la resistencia. Pero la jerarquía católica no perdona ese tipo de pastoral. En 1984 le fue impedido oficiar el ministerio sacerdotal. En el invierno de ese mismo año, conoció la relegación. 
De a poco, la dictadura iba declinando. Se prepararon frentes más amplios, instrumentos políticos adecuados a la nueva situación que vivía el país.
Rafael participó en esas tareas y fue el dirigente más apto para cumplir el papel de vocero público del MIR. Así se llegó al plebiscito y en 1990 al retorno de la democracia, que a Maroto nunca convenció mucho. Desde el principio trabajó para la conformación de una nueva expresión de la Izquierda. Se creó el FAI (Fuerza Amplia de Izquierda), más tarde el Mida (Movimiento Democrático Allendista) y luego el Foro por la Democracia. Rafael siguió aportando siempre su vasta experiencia y conocimiento, aunque sus fuerzas físicas ya no le acompañaban. Pero su frágil figura de abuelo tierno siempre emanaba aliento, esperanza y mucho amor.
En casa de un antiguo compañero de trabajo pudo pasar sus últimos años con el calor de un hogar y el cariño de una familia. Pero fue su deseo partir de esta tierra desde la casa de las Hermanitas de los Pobres, en Santiago, donde estuvo los últimos días. Fue un frío domingo de julio de 1993 cuando su féretro pasó por las calles de Santiago rumbo a la misa celebrada por el arzobispo Carlos Oviedo.
Hasta el último momento, el trabajo revolucionario de Rafael Maroto estuvo destinado a unir las buenas voluntades para construir un mundo nuevo, justo y fraterno..

(Publicado en revista“Punto Final”, edición Nº 666, 11 de julio, 2008)