A Christmas tale

Por Clochard
Un par de visitas más y podrá marcharse a casa. Ha sido una jornada dura y sus maltrechas rodillas ya no aguantan como antes, solo quiere echarse un par de mantas por encima y dormir al menos tres días seguidos. O todo el maldito invierno si fuera posible.
Entonces oye el ruido detrás suyo. Lo primero que ve al encenderse la pequeña lámpara es el revólver sobre la mesa y al lado la botella de whisky de cuyo contenido tan solo quedan un par de dedos. No sabe si el escalofrío le ha recorrido la espalda como un latigazo antes o después de ver los ojos inyectados en ira etílica del hombre que lo mira entre la fantasmal penumbra. No puede evitar trastabillar y caer al suelo como un payaso torpe en un número de circo obsoleto.

— Te estaba esperando, viejo amigo— dice el hombre con voz pastosa y ronca mientras parece sopesar el arma en su mano.

— Oye, mira colega, no sé qué pretendes pero deberías dejar eso en la mesa, has bebido y podría ocurrir una desgracia. —tartamudea sin convicción alguna.

— ¿Una desgracia?— El hombre ríe sarcásticamente—lo que va a ocurrir ahora mismo se llama justicia.

— No hagas nada de lo que puedas arrepentirte. Todo puede hablarse, venga te invito a un trago en otro lado, estamos en Navidad, ¿no?

El hombre parece no escucharle, tiene la mirada perdida en algún punto del infinito. Tan solo murmura esa palabra: Navidad.

— Teníamos un acuerdo, maldito gordo ambicioso, tú tenías tu zona y nosotros la nuestra, pero tuviste que venir a nuestro territorio con tu mierda, no tenías bastante.

— Oye, no te pongas nervioso. Es la ley de la oferta y la demanda, ellos me quieren a mí y yo tengo que ganarme la vida. Tú deberías comprenderlo.

— Pues gracias a esa oferta y demanda mira como han acabado mis compañeros...uno tuvo que vender todo lo que tenía, hasta el oro, y aún así le quitaron la casa, quedó muy jodido, ahora hace mamadas en los baños de la estación de autobuses para pagarse las dosis. Al otro lo pillaron sin papeles ni dinero y está en un CIE recibiendo palizas cada día. Y yo...—El hombre mira las botellas vacías que ruedan bajo la mesa con algo que parece un dolor muy profundo.

— Siento mucho lo de tus amigos, de verdad tío, pero se me ocurre una cosa: tú y yo, qué me dices colega, podemos formar un buen equipo.

— ¿Tú y yo juntos? Estás más chiflado de lo que pensaba, nadie iba a creer en eso.

— Creerán en lo que sea, en lo que les digan que crean. Déjame hacer un par de llamadas, a los de los refrescos seguro que les encanta la idea. Qué me dices, viejo amigo, los dos juntos, como Batman y Robin.

— Como Roberto Alcázar y Pedrín.

— ¿Quienes?

El hombre sonríe cínicamente negando con la cabeza, levanta el arma y apunta a su interlocutor que le mira con pánico.

— ¿Sabes? prefiero saber cómo es eso de ser un lobo solitario. Di Feliz Navidad, ¿cómo era esa mierda? ah, sí, Ho, Ho...

El tercer "Ho" queda amortiguado por el ruido del disparo, el otro tipo cae con un agujero justo entre los ojos, pareciera que el rojo de la nariz se le hubiera subido a la frente y se derritiera en hilillos finos tras el esfuerzo del traslado. El hombre se quita la ropa y la intercambia con el difunto. Al marcharse piensa que en algo sí tenía razón el gordo,  ellos creerán en cualquier cosa por inverosímil que sea. Hasta en un jodido Santa Claus negro.