No sólo hoy se asiste a una amenaza de secesión de Texas, sino además a una marcada división entre las élites occidentales, posible de traducir entre Globalistas y “Nacionalista”, aunque suene raro. Esta división interna de las élites occidentales está originando un conflicto cada vez más agudo, entre éstas. Y ello toca la situación política, social y económica de Venezuela y de la región latinoamericana y caribeña.
En esta lucha interna, imposible no nombrar a Donald Trump,considerado el nuevo mesías, el nuevo Hitler. Mucho antes de su triunfo en el año 2016, denunció a la élite liberal representada en los demócratas, los hizo responsables de haber mermado el poder económico e industrial de los E.U y de servirse de medios como CNN, New York Times, y el Washington Post , de forma dictatorial para generar “lo políticamente correcto” calificando a ese discurso, además, de “marxismo cultural”, lo cual parece ,fuera de contexto. Abarcaba igualmente fundamentalismo ambientalista, los derechos de los migrantes, de las minorías culturales, orientación sexual diversa, feminismos, y las políticas de igualdad de género. Otra aseveración del nuevo mesías, es que su poder presidencial busca “devolverle el poder al pueblo estadounidense”, usurpado por esta élite liberal. “Los políticos prosperaron, pero los puestos de trabajo se fueron y las fábricas cerraron. El establishment se protegió a sí mismo, pero no protegió a los ciudadanos (…) Hemos hecho ricos a otros países mientras que la riqueza, la fuerza y la confianza de nuestro país se ha disipado en el horizonte. Una a una, las fábricas cerraron y dejaron nuestras costas, sin siquiera tener un mínimo de consideración y pensamiento en los millones y millones de trabajadores estadounidenses que quedaron rezagados”. Indudablemente, este discurso centrado en los intereses del pueblo, ha logrado una gran influencia en la mayoría de electores del país norteamericano, sobre todo en los trabajadores blancos sin empleo o con empleos precarios, y entre los millones de feligreses de las numerosas iglesias evangélicas, gran parte de ellas devotas del mismo sionismo cristiano y que se hallan ubicadas mayormente en la región llamada del Bible Belt, el cinturón de la Biblia, en el sureste de los Estados Unidos. Esto se ha extendido por toda América Latina, caso Brasil con Bolsonaro y ahora Milei en Argentina.
“Nuestro movimiento trata de sustituir un sistema fracasado y corrupto, y cuando hablo de corrupto quiero decir totalmente corrupto”, afirmó Trump al tomar posesión de su cargo. De forma que Trump ha representado desde siempre un conjunto de grupos e intereses absolutamente distintos de aquellos de los círculos políticos, corporaciones financieras y medios de comunicación que hasta entonces, y en realidad hasta ahora han dominado la vida pública de esa nación y de todo el mundo occidental. Entre los opositores de los “nacionalista” están el viejito Biden, Barack Obama, Hillary Clinton, al igual que exitosos especuladores financieros como George Soros, el príncipe consorte Felipe de Edimburgo, el creador y director del Fondo para la Vida Salvaje (WWF), representante destacado del movimiento ambientalista mundial.
El globalismo se está expresando ahora sobre todo en la actividad del Partido Demócrata de Estados Unidos y en la socialdemocracia europea, el “nacionalismo” insurgente sigue siendo liderizado por Trump y sus aliados doctrinarios dentro y fuera de los Estados Unidos, así como por las nuevas fuerzas políticas surgidas por doquier que usualmente son tildadas por los medios liberales y globalistas como “populismos” o extremismos de derecha, neofascistas o neonazis. En Estados Unidos y en todo el mundo, aparecen cada día nuevos y numerosos medios audiovisuales y publicaciones digitales e impresas, así como opiniones crecientes en los medios académicos, que intentan imponer una ideología audazmente ultraconservadora, fuertemente crítica de la cultura liberal reinante a la que acusan de estar influida por lo que los confabulados conservadores llaman y Donald Trump llamó “marxismo cultural”. De acuerdo a los voceros de esta revolución conservadora, este marxismo cultural se encuentra dirigido a destruir la familia y la institución del Estado nacional, y la larga etcétera ya mencionada.
El evangelismo sionista que profesa Bolsonaro, y que se ha propagado fuertemente en Estados Unidos y hasta cierto punto en América Latina, forma parte importante de este renacimiento del conservadurismo duro mundial que en tiempos no tan lejanos gozó de una enorme importancia y poder. Recuérdese que el Ku Klux Klan estadounidense llegó a ser un movimiento legal y a contar con millones de miembros a comienzos del siglo XX y estuvo estrechamente vinculado con la historia de la nación norteamericana después de la Guerra de Secesión, tal como quedó ampliamente expuesto en la famosa película de D.W. Grifith, “El Nacimiento de una Nación” (1915).
Cualquier parecido con el pasado no es pura coincidencia.