Atentos a esta estupenda canción de los británicos The Magnetic North. Es el segundo anticipo (el primero se llama “Signs“, una canción bien bonita que podréis escuchar y hasta descargar gratuitamente en soundcloud) del que será el segundo album de la banda, a publicar en cosa de quince días de la mano de la discográfica Full Time Hobby. Y sí, ese primer sencillo no estaba nada mal, pero esta segunda pista es ¡Paff! de esas canciones capaces de dejarte K.O. en el primer golpe.
Pero estoy siendo un maleducado, vamos primero con las presentaciones, que esta gente tan exquisita ( y qué voy a decir de mis escasos pero amadísimos lectores) se lo merece: The Magnetic North es el trío musical que conforman Erland Cooper, Hannah Peel y Simon Tong. A este último le hemos visto (es una forma de hablar) asomar la cabeza en proyectos tan famosos como The Verve, Blur, Gorillaz, o The Good, the Bad & the Queen, pero que nadie busque paralelismos entre los sonidos de estas conocidas bandas y el proyecto de The Magnetic North, porque no los hay. Puestos a establecerlos (¿será una asociación perezosa de mi cabeza, basada en el simple hecho de compartir sello?) diría que están más cerca de las virguerías preciosistas de The Leisure Society, cuando no (dadle una escucha a “Bay Of Skaill“, del disco anterior) al cinemascope sinfónico de Other Lives (o los Arcade Fire menos roqueros). No es pop barroco, no es indie folk, no es rock sinfónico: más bien, todo a la vez.
Sonidos complejos para el retrato de un proyecto complejo: el título del álbum refleja las intenciones del grupo de posar la mirada sobre la ciudad de Skelmersdale, unas de las utópicas new towns creadas en Reino Unido en 1961 (cuando se pensaba que el urbanismo era capaz de resolver un montón de problemas de la sociedad; y creedme, sé de lo que hablo: no es capaz). La cosa, como no podía ser de otro modo, acabó mal: con las tasas de paro por las nubes, y el valor de las viviendas devaluándose a una velocidad de vértigo, Skelm acabó siendo el escenario de la peor recesión británica de los años duros del tatcherismo, y se vio finalmente convertida -una curiosa pirueta del destino- en la ciudad de acogida de algo llamado Movimiento de Meditación Trascendental (que afortunadamente soy demasiado joven para conocer). Bueno, pues ahí fue, justo en ese fallido experimento de ciudad digno de la peor pesadilla de Jacques Tati, en donde pasó su infancia el joven Simon Tong.
Hay varios momentos en esa evocación de Skelmersdale que sobrepasan el notable, y desde luego no se podrá decir que el trío se acomoda en un sonido determinado: “Cergy- Pontoise” dispara la imaginación del oyente hasta dejarle planeando sobre la nueva ciudad, envejecida prematuramente; “Exit” arrastra los pies sobre espacios demasiado vacíos, la polifonía barroca de “The Silver Birch” (¿no le podría gustar esto a Owen Pallett?) esboza el luminoso retrato de lo que podría haber sido y no fue, a partir del nombre de un pub ya desaparecido, y “Northway Southway“… ay, “Northway Southway” es tan bonita que perfectamente hubiera encajado en el debut de los mencionados The Leisure Society. Pero dejadme que os hable de “A Death In The Woods“.
Cuando empiezan a sonar las primeras notas de esta canción, la impresión es que cualquier cosa puede ocurrir a partir de entonces. Ahí va una buena noticia: esa sensación no nos abandonará en ningún momento, y cuando por fin parece que el tema va a encontrar acomodo en un lugar que podemos percibir como familiar, da esquinazo con un giro sorprendente, y su verdadera naturaleza vuelve a escurrirse entre nuestros dedos (Ya veréis cuando le deis una escucha, que no estoy tomando el pelo: por tener, tenemos hasta 8-bit music de esa que parece procesada desde los circuitos metálicos de una gameboy)… ¿Qué es esto tan raro, y tan fascinante?… ¿Importa demasiado cómo se llame, si el asombro que nos produce trae consigo el inconfundible hormigueo de placer bajo la piel?
Venga, os dejo también con las bonitas mágenes del vídeo: una propina que encuentra su justificación en el modo, entre el publirreportaje y el sci-fi, en el que se plasma el presente que un día, hace muchos muchos años, creyeron posible para para nosotros.