A día de hoy, en lo referente a la crianza, me asombra ver en el punto en el que me encuentro.
Yo, que antes de tener a David pensaba que cuando naciera le impondría unas "normas" o rutinas que el tendría que acatar y que, aunque yo no trabajara, lo llevaria desde el añito a la guardería para que se acostumbrara a estar con mas niños.
Yo que, por supuesto, ni me planteaba la opción del colecho (por no decir que no sabía ni de la existencia de la palabra en cuestión) y que me planteaba que podía ser verdad eso de que si lo coges en brazos se malacostumbran (así que compré minicuna, cuna, carro, hamaca, trona, parque...un sinfin de artilugios donde poner a mi bebé en lugar de en mis brazos).
Yo, que no me planteaba nada mas allá de lo que tenía delante de mis narices puesto que creía que la opción aceptada socialmente era la correcta y que pensaba criar a mi hijo como todo el mundo...
No sé muy bien que pasó, ni que que se me removió por dentro al tener a David entre mis brazos que hizo que, desde el primer día, empezara a poner en duda todo lo que daba por seguro...Creo que fue mi instinto quien me alertó de que ese no era mi camino.
No fue de un día para otro; fue un proceso lento, lleno de inseguridades y dudas y sin tener muy claro hacia donde me dirigía. Lo único que tenía claro es que no me sentía bien actuando como todos me decían que actuara.
Así que poco a poco, me fui conociendo como madre y llegando a una serie de conclusiones acerca de mi misma:
Descubrí que no podía soportar que mi hijo llorara y sufriera si yo podía evitarlo.
Descubrí lo maravilloso que era llevar a mi hijo en brazos dejando de lado la idea de que lo estaba "malcriando".
Y descubrí que la hora de dormir, en lugar de ser el peor momento del día, se convertía en el más maravilloso si hacía un huequito a David en nuestra cama.
Estos descubrimientos me llevaron a querer saber un poco más y encontré muchos y muy buenos libros acerca de la crianza con apego, que me ayudaron a ordenar mis ideas y sentimientos.
Y así, leyendo mucho, aprendiendo de mi niño y escuchado mas mi voz interior que las que vienen de fuera, he llegado al punto en el que ahora me encuentro y en el que me siento muy feliz.
Hoy por hoy colecho, porteo y no llevo a mi niño a la guarde.
Nada de esto me lo habría ni siquiera planteado antes de tener a David, y habría seguido así si no hubiera escuchado a mi instinto. Pero escuchándolo, empecé a abrir otras puertas y a descubrir otros caminos y, una vez tomé plena conciencia de que solo mi pareja y yo teníamos que decidir lo que queríamos para nuestro hijo, ya me fue imposible mirar hacia otro lado y seguir adelante criando a David de la manera habitual.
Para bien o para mal, hoy tengo la certeza de que este es nuestro camino. Lo sé porque no concibo otro en el que pudiéramos ser los tres más felices de lo que ahora somos. Y también lo sé porque, después de cada decisión que tomo y cada paso que doy, desmarcándome de lo impuesto y guiándome por mi instinto, siento como si me hubiera quitado un enorme peso de encima y soy mas feliz. Porque a mi modo de ver, uno solo puede ser feliz siendo coherente con lo que siente y piensa y actuado en consecuencia.
Así que animo a todas las mamás y futuras mamás a que, independientemente del camino que decidan seguir, dediquen un segundo para escucharse y a conocerse a si mismas. Para así tomar sus propias decisiones y elegir de una manera plenamente consciente lo que consideran mejor para sus hijos.
Porque por propia experiencia se que, aunque a veces pueda resultar difícil elegir nuestro propio camino, es de la única manera en la que podremos ser felices y estar satisfechos con lo que hacemos, ofreciéndonos a nuestros hijos tal y como somos y dándoles lo que , de corazón, consideramos mejor para ellos.
Podremos equivocarnos, pero al menos hemos sido honestos con nosotros mismos y nos hemos esforzado (lo seguimos haciendo) en aprender cada día un poquito más, para tratar de ser los mejores padres para nuestro chiquitín .