A enemigo que huye, puente de plata. Este dicho tiene su origen en tiempos de los reyes católicos. Se le atribuye a Gonzalo Fernandez de Córdoba “El Gran Capitán”, que la usaba en sus campañas militares.
Gonzalo Fernández de Córdoba y Enríquez de Aguilar
Nació el 1 de septiembre en Montilla, Córdoba perteneciente al Señorío de Aguilar y falleció el 2 de diciembre en 1453 en Granada, en el año 1515.
Siendo niño fue incorporado como paje al servicio del príncipe Alfonso, hermano de la que después fue la reina Isabel I de Castilla, y a la muerte de este, pasó al séquito de la princesa Isabel.
En la Guerra de Granada demostró sus dotes de mando e ideó un artilugio para el asedio con las puertas de las casas para proteger el avance de las tropas.
Hizo prisionero al monarca nazarí Boabdil que se entregó tras pedir piedad para los vencidos y moradores. Acompañado de Gonzalo Fernández de Córdoba, a quien terminaría considerando su amigo, se presentó ante el rey Fernando y se arrojó a sus pies.
Poco antes de terminar la guerra, cayó de su caballo en medio de la refriega. Hubiese perecido de no ser por un leal servidor de la familia que montándole en su caballo entregó su vida por la de su señor.
Se encargó de las últimas negociaciones con Boabdil para la rendición de la ciudad de Granada a principios de 1492.
En recompensa por sus grandes servicios, recibió la encomienda de la Orden de Santiago, el señorío de Órgiva, Granada, y determinadas rentas sobre la producción de la seda granadina.
En el año 1495 se enfrentó a las tropas francesas que habían ocupado el reino de Nápoles, y en 1948 regresó a España victorioso, donde sus triunfos lo llevaron a ser el Gran Capitán y a obtener el título de duque de Santángelo.
También poseía los Ducados de Terranova, Andría, Montalto y Sessa.
Luego, en 1502 recibe el título de virrey de Nápoles. Al morir la reina Isabel I, las relaciones con el Rey Fernando se deterioran hasta ser separado del gobierno de Nápoles.
El rey se hizo eco de ciertos rumores que acusaban a Fernández de Córdoba de apropiación de fondos de guerra durante el conflicto italiano. Esto unido a los temores de que se hiciese independiente gracias a su gran fama, hizo que le destituyeran.
Gonzalo, para justificar que no era cierto, presentó las cuentas que se conservan en el Archivo General de Simancas, que han quedado como refrán en la lengua popular:
“Las cuentas del Gran Capitán”.
El gran Capitán, se retiró a Loja, Granada, pero sintiéndose enfermo regresó a Granada a principios de agosto de 1515, donde murió el 2 de diciembre.
Sus restos fueron enterrados en 1552 en un panteón de la iglesia de San Jerónimo de Granada, con más de 700 trofeos de guerra.
En 1810 las tropas francesas del general Horace Sebastiani profanaron su tumba, mutilando sus restos y quemando las 700 banderas.
Sebastiani, en su huida de España en 1812, se llevó su calavera y una probable copia de su espada de gala, objetos que aún hoy permanecen en paradero desconocido.
En su honor, el tercio de la Legión Española acuartelado en Melilla lleva su nombre. También fue caballero y comendador de la Orden de Santiago.
Al enemigo que huye, puente de plata
Significaba evitar al enemigo hasta el punto de favorecer su abandono del conflicto, incluso ofreciendo alguna recompensa a cambio de su retirada.
Hoy en día se sigue utilizando cuando alguien se quiere ir y tu apoyas esa decisión porque estabas deseando que esa persona desaparezca de tu vida para siempre.
En la Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615), de Miguel de Cervantes Saavedra, se utiliza cuando el protagonista se ve acorralado por una manada de toros bravos, y a los que se dirige así cuando pasan de largo:
“Deteneos y esperad, canalla malandrina; que un solo caballero os espera, el cual no tiene condición ni es de parecer de los que dicen que al enemigo que huye, hacedle la puente de plata”.
También se cita en Comentarios reales de los incas (1609 –primera parte-/ 1616 –segunda parte-), de Inca Garcilaso de la Vega,
No quiso Carvajal pelear por no aventurar su empresa; porque, como los mismos historiadores dicen.
llevaba el visorey ciento y cincuenta hombres, y el no mas de cincuenta; y por eso dixo entonces Carvajal:
A Los enemigos que huyen hacelles puente de plata
Comentarios reales de los incas volumen 9
Vida de Carlos III (1790), del Conde de Fernán Núñez y Carlos Gutiérrez de los Ríos
Advertencias o preceptos del torear (1651), de Pedro Jacinto de Cárdenas y Angulo.
También hay algunas variaciones como:
“al enemigo, si vuelve la espalda, la puente de plata”, “al enemigo que huye, puente de oro”, “al enemigo que huye, diez bendiciones”.
En el Derecho Penal,
Esta expresión se utiliza como fundamento a la negativa de imponer condena ante el desistimiento de la tentativa de delito.
Bajo este supuesto, se puede indicar que existen sistemas jurídicos que se rigen por este principio y catalogan e incluyen el arrepentimiento y desistimiento como condenas absolutorias, por lo que el autor del delito debe de poseer una actitud arrepentida y realizar todo lo que este bajo su alcance para impedir la realización del delito.
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