Sin embargo, tan sensibilizados ambientes animalistas nada esgrimen de si las jaulas debían ser más seguras, contar con más barreras de protección para prevenir accidentes protagonizados por una de las visitas más numerosas de un zoológico, los niños, ni, en última instancia, si el animal al que consideran “persona” no humana debía estar exhibiéndose en jaula alguna, por mucho que se reproduzca en ella su ambiente selvático. Lo cómodo y fácil es obviar estas cuestiones y criticar la valiente decisión del responsable del recinto por preservar la vidar de un niño sin ponerse a dudar ni un instante. ¿Qué habrían dicho esos colectivos críticos si,por procurar no sacrificar al animal y tardar en hacer su efecto el dardo tranquilizante, el gorila hubiera matado al niño, aun de manera involuntaria (un golpe, ahogado, etc.)? ¿Volverían a criticar la actuación del director del zoo? ¿Seguirían acusando de negligencia a la madre?
También es probable que el sensato director que mandó disparar sobre el animal esté valorando obsesivamente si su decisión fue acertada o no. Es posible que ello sea así porque el director del zoo, al contrario de los que le critican, carece de certezas absolutas que guíen su conducta e iluminen sus decisiones, a pesar de lo cual toma resoluciones en función de las circunstancias; es decir, parece una persona responsable y seria. Los únicos que no parecen actuar con responsabilidad y seriedad son los que critican a la madre y al director del zoo por matar a un animal y salvar, así, la vida de un niño. Ante una situación semejante, a mi no me temblaría el pulso. Prefiero un gorila sacrificado, aunque sea el último ejemplar de su especie, a un niño muerto. Yo lo tengo claro. Estoy a favor del humano. Siempre