Y es que los agentes que ocasionan este trastorno siguen inoculando su mal en el cuerpo social con sonoras y anunciadas derrotas del candidato Rajoy, no por predecibles menos sorprendente, y sin anunciar ninguna propuesta alternativa que evite esas terceras elecciones. Hasta el Rey parece estar harto de designar candidatos fallidos que apenas duran lo que un caramelo en la boca de un diabético. Las apelaciones a la responsabilidad de los demás, nunca a la de uno mismo, y las invitaciones a la unión entre supuestas fuerzas del cambio no sirven para resolver la convulsión neurótica que se vive en estos momentos en España. Así, todos se aferran a las tazas de café y a las calculadoras con obsesión patológica. Buscan una respuesta a la pregunta que se hacen los españoles: ¿Y ahora qué?
Y es que los agentes que ocasionan este trastorno siguen inoculando su mal en el cuerpo social con sonoras y anunciadas derrotas del candidato Rajoy, no por predecibles menos sorprendente, y sin anunciar ninguna propuesta alternativa que evite esas terceras elecciones. Hasta el Rey parece estar harto de designar candidatos fallidos que apenas duran lo que un caramelo en la boca de un diabético. Las apelaciones a la responsabilidad de los demás, nunca a la de uno mismo, y las invitaciones a la unión entre supuestas fuerzas del cambio no sirven para resolver la convulsión neurótica que se vive en estos momentos en España. Así, todos se aferran a las tazas de café y a las calculadoras con obsesión patológica. Buscan una respuesta a la pregunta que se hacen los españoles: ¿Y ahora qué?