Esta es la historia de algo que, como podía salir mal, pues salió mal… y de cómo a veces hay que ser ingenioso y encontrar soluciones a problemas inesperados.
Porque vamos, no me negaréis que de vez en cuando las cosas no salen como esperabais, sino mucho peor!! pues a nosotras también nos pasa. Y cuando esto sucede, sólo hay que mantenerse tranquilo, pensar, y actuar
En ocasiones hemos decorado con fondant tartas que no son de bizcocho, y nunca habíamos tenido ningún problema. Así que nos pusimos manos a la obra, qué podía salir mal??
Pues bien, cuando la tarta estaba lista para decorar con el fondant, nos fijamos que la superficie “sudaba” un poquito. No nos extrañó, es normal en este tipo de cremas. Nos dará problemas? No creo, tampoco es para tanto…
Así que colocamos la decoración de fondant, nos dimos una palmadita en la espalda por el trabajo bien hecho: “qué bonita ha quedado, qué buena pinta tiene, etc…”, y a la nevera.
Al cabo de un rato comenzó la pesadilla: abrimos la nevera y comprobamos que la tarta había dejado de sudar “un poquito” para sudar una barbaridad, y que el fondant se estaba, literalmente, derritiendo. Oh dios y ahora qué hacemos??
Ilusas de nosotras… al rato volvemos a abrir la nevera y… la glasa también se está derritiendo… Socorrooooo !!!
Hubo que quitarlo todo: fondant y glasa, y volver a empezar. Ayyyyy !
La solución definitiva? Nosotras hicimos lo siguiente: derretimos chocolate blanco y lo extendimos formando una plancha circular. Lo dejamos enfriar hasta que se quedó duro. Así creamos una riquísima capa que aislaría el fondant de la crema de piña y coco. El detalle de las gotitas de chocolate blanco en todo el borde disimularía cualquier imperfección en los bordes del chocolate. Cuando lo miramos decidimos que había quedado incluso mejor que al principio. Qué os parece?
Eso sí, la tarta quedó buenísima, y se la comieron casi toda de una sentada. Bueno, claro, es que mira qué pinta, por dios!!