A Hard Day's Night

Publicado el 27 abril 2011 por Eduardogavin
 

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.
  Salíme al campo: vi que el sol bebía 
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.
  Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos, 
mi báculo más corvo y menos fuerte.
  Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.
Francisco de Quevedo 

Un día duro. El otro día me quejaba del trabajo y este lunes que ha sido martes (o viceversa)... Un prolongado fin de semana que, lejos de playas y gracias a dios, me ha llevado al interior de la península que me ha tocado vivir. Un viaje a la España Vieja, la que ya no existe más que en algunos de los clásicos del siglo de Oro y en los libros de Historia que no han sido objeto de los recortes de generalitats y afines.Salamanca y Ávila, dos de las ciudades Patrimonio de la Humanidad del segundo país con mayor cantidad de lugares patrimonio. Algo a lo que quiere también y voluntariamente renunciar.Un paseo por lo que fue España y cada vez lo es menos. El León taciturno y noble, la Castilla seria, seca. Muros de la nobleza medieval de Ávila, el barroco firme y escondido, el milenarismo real, la fuerza de la lucha de resistencia de siglos que llevó a los soberbios criticones europeos a vivir en un santuario cultural, libre de la amenaza, primero de los árabes y luego de los turcos. Herederos del sufismo y del fundamentalismo, con sus éxtasis de Santa Teresa y San Juan de la Cruz.Y las grandes torres de la cultura, la religión y la filosofía en Salamanca, las nobles aulas, la cantera de un imperio, que es el Berkeley del Imperio, como el Escorial fue su Pentágono. Bancos y sillas de madera, austeridad en las dos Universidades, la Helmántica y la Pontificia. Siglos de Fray Luis de León a Unamuno, de Hernán Cortés a Belgrano, Góngora o Calderón, Mazarino u Olivares. Larramendi, pionero del estudio del euskera, y toda la nobleza vasca cuando, antes que gudaris eran "los más nobles españoles".Todo ello envilecido hoy por el turismo nacional más paleto y agañanado, todos ellos con sus marcas bien visibles, sus cámaras reflex que no entienden, sus flashes en los murales más antiguos.Obstinados en despreciar la erudición y agarrarse a un ideario simple. Las librerías, pocas, las tiendas de recuerdos, muchas. Las catedrales, con entrada. Las iglesias vacías, los restaurantes llenos. Los turistas gallegos hablando en el gallego oficial a la taquillera salmantina. Los vascos, hablando (poco) euskera y campando por tierra conquistada con ese aire de superioridad de quien puede hablar y tratar mal, ser racista y excluyente y no solo no ser castigado sino que no puede oir la contraria en sus orejitas. Sin interés en la verdad, sino en el mantra.En lugar de Azpilicuetas o Larramendis, Arzallus y Oteguis.Iglesias románicas, humildad aún pasean por Castilla como un fantasma atropellado por patanes que no pazguatos, pues estos se admiran aún con algo.Y los españoles, cada vez más impermeables a lo bello o a lo útil, encaprichados con lo imbécil y accesorio.Los demás, preocupados con sus siliconas, sus botoxes y su falta absoluta de cultura y, lo que es peor, de interés. Porque hoy, no se cultiva tan solo quien no quiere y en treinta años de democracia, libertad, educación gratuita, dinero abundante y cultura barata, nadie ha aprovechado para coger un libro y estudiar. Lo único que todos, todos, vascos, catalanes, gallegos, andaluces... todos, demostrando nuestro parecido, hemos dejado de necesitar empeñar los colchones para ir a los toros y al fútbol. Y en eso nos lo hemos gastado. Corrijo, en Cataluña, sólo en el fútbol."Quod Natura non dat, Helmantica non praestat"