Los vulcanoides tienen un límite inferior de tamaño, puesto que que las cosas muy pequeñas como los granos de polvo serían barridos de la región más intramercuriana por el viento solar (un flujo de partículas subatómicas que procede de la superficie solar). Incluso la propia luz ejerce una presión y cualquier cosa más pequeña de unos cientos de metros hace tiempo que se habría desplazado del sistema solar interior. También existe un límite superior de tamaño. Cuanto más grande sea objeto, más brillante aparecería desde la Tierra. Cualquier cosa mayor a 65 km de diámetro debería haberse encontrado ya. Los astrónomos no han visto objetos como estos, por lo tanto no deben existir ahí.
A mediados del siglo XX estos límites superior e inferior tanto del tamaño como de la posición estaban bien definidos. Una nueva generación de astrónomos podría realizar una búsqueda seria de vulcanoides, una búsqueda que de nuevo está ahora de actualidad.
La dificultad para cazar los vulcanoides, si es que realmente existen, es que orbitan demasiado cerca del Sol. Desde nuestro lugar privilegiado situado a 150 millones de kilómetros del Sólo, un vulcanoide nunca se separaría a más de 12° del Sol, de manera que su brillo sería ahogado por el resplandor del astro rey. La única esperanza de encontrar uno de estos cuerpos es observar justo después de la puesta de Sol o justo antes de la salida del Sol, cuando el Sol está ligeramente por debajo del horizonte y el hipotético vulcanoide esta ligeramente por encima.
Este margen de tiempo es muy corto de apenas varios minutos y hace cualquier intento de búsqueda extremadamente difícil. Además el cielo es lo suficientemente brillante en ese momento para ahogar el débil brillo de estos cuerpos las observaciones obtenidas en los eclipses solares totales no demuestran ser mucho mejores por la misma razón. Observar cerca del horizonte implica también hacerlo en la zona más turbulenta de la atmósfera, con bruma y a menudo sucia. Estas dificultades difuminan y debilitan la luz de los vulcanoides todavía más.
Buscar vulcanoides es una tarea ardua y difícil, pero uno de los pocos científicos que ha afectado complacido el reto es Allan Stern, que cada en el Soutwestern Research Institute, el y su colaborador Dan Durda abordaron la búsqueda en una nueva dirección: por encima de la mayor parte de la atmósfera terrestre. Construyeron una cámara especial y en 2002 voló a bordo de un caza F-18 a una altura de 49.000 pies (15.000 m de altura), donde el cielo es mucho más claro. Fue un esfuerzo valiente, pero desgraciadamente a esa altura el cielo es todavía demasiado brillante para descubrir vulcanoides, incluso durante el crepúsculo que es cuando lo intentaron.
Continuará...
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Publicado en Odisea cósmica
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