Me retiro por el mismo sitio, abandonando una noche que pudo tener una luna. Por el camino pasaban veloces todos los autos, buscando su destino. Mi casa está a la vuelta, a menos de diez kilómetros; sin embargo, aún sin luz se puede percibir la dulzura y los aromas de una noche más o de una noche menos.
Tres pisos sin ascensor recorrieron mis pies, antes con merceditas y ahora descalzos y libres, por esos minutos en ascenso me pregunté si alguna carta empujada por el cálido aire se hubiera colado por la ventana con tapete verde. No había ninguna. El sueño llama y le quiero acompañar, me sugiere que mañana quizás la plateada brille para mí.
Texto: María Estévez