A la felina

Publicado el 05 julio 2018 por Sofiatura

Me levanto. Te levanto. Abres los ojos a la hora de mi desayuno.
Me acaricias. Porque yo te dejo. Y tengo hambre.
Te hago feliz con cosas simples, durante el día.
Ronroneos. Maullidos. Tontas bolitas de papel que me lanzas. Juego. Por un rato. Me voy.
Te miro fijamente con mis grandes y hermosos ojos. Sé que te derrites. Entrecierro mis párpados, pestañeo de forma encantadora. Ahora sí que te tengo donde quiero.
Duermo, duermo y duermo. Panza arriba, panza abajo. En línea recta o en forma de rosquilla. Tapándome la cara con las zarpas. Sobre mi cama. Sobre la tuya. Sobre la mesa, el sofá, la alfombra, una caja, una maleta, un armario. Me escondo en un mullido paraíso antes de que vengas, otra vez, a acariciarme.
Que me gusta. Un poquito más, así, ahí, en la barriguita. Pero no tanto. Vale, suficiente. Me cansé, voy a morderte. Tú te lo has buscado. Ahora no te quejes.
Tengo hambre de nuevo. Ven, que de repente te quiero. Sí, muy bien, hora de alimentarme. Ah, mi momento de gloria. ¿Gracias? ¿Por qué tendría que darlas?
Me muevo, con sigilo. El caso es que no escuches mis pasos. Doy saltos precisos, elegantes. Mis orejas parabólicas, moviéndose de un lado a otro, lo oyen todo. Mis retinas alargadas, vigilantes, te ven, anticipando tus movimientos. No te acercas tú, me acerco yo. Si eso.
Aparezco y desparezco. Cuando quiero, sin avisarte. Mírame, mírame. No me mires. Intermitente, impredecible, contradictoria.
Debes abrirme las puertas de la habitación, como hiciste con las de tu corazón. Debes abrirme un huequecito en tu cama, como me lo abriste en tu vida. Porque el rastro de mis pelos y las marcas de mis huellas se han hecho sitio en tu casa a la felina: por siempre y para siempre.
Soy tu dueña. Tu gata. Pero eso ya lo sabes. Y tengo hambre otra vez.
Publicado el 5/7/2018