A la primera no va la vencida

Publicado el 27 junio 2016 por Monetarius

“es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde”

Mariano Rajoy

Una vez más Podemos ha sido rehén del infantilismo y se ha creído las encuestas. Sólo porque las encuestas decían lo que quería oír. Cosas de juventud. Como se ha medido con las expectativas, un resultado que es objetivamente espectacular -71 diputados en la primera/segunda vez que acude a las elecciones- siembra la idea de fracaso. Sin hacer valer que tiene un grupo electoral potente para demostrar su capacidad de ser una fuerza política alternativa. El único que en un par de meses va a demostrar que iba en serio en su lucha contra las políticas de ajuste. Tras mucho repetir que cogían las encuestas con prudencia, al final las han tomado como la palabra de Dios. Y la palabra de Dios, teñida de miedo y de Brexit, ha rugido que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer.

Estremecen el cielo y el infierno las palabras de Fernández Maíllo, vicesecretario de Organización y Electoral del PP, cuando dice que el resultado electoral exonera de culpa a Fernández Díaz de haber intentado sembrar pruebas contra sus adversarios políticos. De manera que el buen resultado del PP en el Senado zanja las responsabilidades penales de, por ejemplo, Rita Barberá. Y ya puestos, de Granados, que para eso el PP ha arrasado en Valdemoro. Ya no hay Papeles de Panamá, Rato, Fabra, Camps ni la sede del PP ni unas cuantas elecciones han sido financiadas con dinero negro. Los “volquetes de putas” se convierten en bendiciones de la Virgen. Spain is different. Y la democracia se nos va por el desagüe. No es que Unidos Podemos se haya equivocado. Es que hay un país real que sigue rehén del pasado y deprime. Si algo permanece de la idea de las dos Españas es que hay una que vive en el miedo y el egoísmo. Pero como tienen hijos y nietos que sufren las políticas de ajuste, irán dándose cuenta. Falta que vean la alternativa. De momento, el PP ha perdido la mayoría absoluta.

No anda lejos de la caspa el PSOE, que mide su resultado en virtud de las supervivencias internas. Como ha evitado el sorpasso, anda feliz como un niño con zapatos nuevos. Todos mirando a ver cómo quedan en la pelea de dentro. Susana Díaz midiendo cuánto ha sacado a Podemos (aunque la haya derrotado el PP en Andalucía), y Sánchez ahuecándose el cuello de la camisa aliviado aunque haya llevado al PSOE al peor resultado de su historia. Esto de la vieja política de partidos es cada vez más patético. Una España que emigra y otra España que bosteza.

Vengo insistiendo en que no basta adaptarse a lo que la gente quiere para ganar unas elecciones. Eso te hace parecer en exceso táctico, limando constantemente las aristas, negándote a ti mismo a cada instante, y, al tiempo, generando confusión sobre lo que realmente piensas. En el enfado de la ciudadanía hay mucho de rabia contra los excesos del sistema, no contra el sistema. Eso hace ser muy vocinglero y bramar contra los gobernantes. Pero a la hora de la verdad, te das cuenta de que no tienes demasiados argumentos contra los que pensabas que desprecias y que tampoco tienes claro cuál es el modelo alternativo. No te los han dado o no has llegado a entenderlos. Terminas diciendo: son unos hijos de puta pero son nuestros hijos de puta. Te emociona ver al zorro hacer la zeta en la mejilla del Virrey rijoso, pero eso no basta que quieras ver al zorro sentado en la silla del Virrey. Hasta que el zorro te diga realmente quién es y qué quiere hacer con el país. Y desmontar las mentiras que han dicho sobre él requiere tiempo. Cambiar un país no se hace en dos años.

No basta hacer un discurso hueco, adornado con una labia simpar y embellecido con el oropel de las televisiones si no planteas una alternativa clara y, al tiempo, insistes en el problema que tienen los partidos con los que confrontas. Como vengo insistiendo, si no das herramientas para movilizar a tus votantes, tus votantes no se van a movilizar. Los dos partidos que no han criticado a las fuerzas contra las que peleaban no han sacado el resultado esperado. Ciudadanos criticaba solo a Rajoy porque si criticaba a al PP pensaba que no le iban a votar. Y ahí está el resultado. Podemos hacía lo mismo con el PSOE, evitando criticar al partido para ganar a sus votantes, limitándose a criticar a la dirigencia. Dando a veces la sensación de que lo que realmente querría es ocupar el lugar del PSOE, sin entender que el PSOE forma parte de un mundo que pertenece ya al pasado. El rizo lo ha completado la campaña electoral, que buscaba ser una suerte de PSOE punto dos. La transversalidad no es regresar a la conciencia de ser muleta del PSOE ni ponerse ropas que recuerden al 82, sino poner con palabras nuevas el discurso de la emancipación que afecta a las mayorías en este tiempo de hegemonía neoliberal. De nada sirve la idea brillante de hacer un catálogo de IKEA si eso no sirve para dejar claro cuál es tu modelo de país. Les entusiasma la idea del catálogo, pero quieren ver cómo queda el mueble montado. O verte con las herramientas en la mano –aunque sea llave alen- apretando turcas. De nada sirve una campaña de sonrisas si no estás con las víctimas. Y si no le muestras los dientes a los culpables concretos de los dolores concretos. Al miedo no lo vences presentándote como un león enjaulado, sino ganando a la gente para tu ejército.

El mito de las dos Españas solo ha servido para justificar el autoritarismo de una minoría contra las mayorías. Pero hoy es cierto que hay una España mayor, socializada en el franquismo, rehén del miedo, con una idea muy débil de lo que debe ser la ciudadanía (me da igual que los políticos roben si a mí me va bien) y que se moviliza contra cualquier cambio; y otra España emergente que espera -me temo que no siempre de manera activa- una política que se parezca a ellos. Esta España más fresca se ha cansado del espectáculo estrictamente parlamentario de los últimos meses -hasta las actividades de calle de Podemos han sido parlamentarias-, de los debates desdentados, de la falta del coraje que te cuenta que debes formar parte de una pelea dura porque te estás jugando un país. Y han desertado del voto mientras que las personas mayores, con el miedo acrecentado con la salida del Reino Unido de la Unión Europea, han vuelto a colgar en su salón el bordado que dice “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”.

Los medios siguen queriendo domesticar a Podemos. Y van a intentar convertirlo en una muleta del PSOE. Lo de siempre. Por eso quieren decir que Pablo Iglesias es responsable único de un resultado espectacular que solamente es malo si se le mide con las expectativas de las encuestas-trampa. Olvidan que toda la Ejecutiva apoyó la confluencia con Izquierda Unida. Y que las bases apoyaron de manera contundente, con el 98%, esa confluencia. Y que nadie –tampoco Íñigo Errejón, como quieren presentar algunos medios- se puso del lado del 2% que estaba en contra de esa confluencia. Y que de no haberse presentado juntos el resultado hubiera sido aún peor. El problema no está en la confluencia, que va en el camino correcto, sino en entender qué ha fallado para que votantes que apoyaron a estos partidos hayan decidido no hacerlo en estas elecciones.

Los partidos políticos son instituciones cada vez más caducas, y en el siglo XXI vamos a caminar hacia formaciones más “líquidas”. El futuro del espacio antaño llamado izquierda va a ocuparlo una suerte de Frente Amplio donde Podemos va a ser la nave nodriza pero solamente eso. De manera que la confluencia con IU va caminando en la dirección correcta. Ahora bien, esa nostalgia de IU por lo pretérito es excesiva. Dice Ortega que los españoles somos un pueblo extraño que proyecta las esperanzas hacia el pasado y no hacia el futuro. De manera que IU, muy española, insista en demasía con lo que fue, sus símbolos, palabras, análisis, referencias, lemas, banderas, historia. Un mundo del trabajo que ya no existe. Y una gloria que fue derrotada. No está mal que exista ese espacio, porque hay gente que se ve reflejada en ese ámbito. Pero choca con la construcción de un discurso que es transversal cuando apuesta por lo nuevo frente a lo viejo y lo de abajo frente a lo de arriba y no cuando regresa al espacio confuso de “izquierda y derecha”.

A Podemos le falta calle. Le falta movilización popular, identificarse en los problemas sociales, estar con las protestas laborales, discutir más con los sindicatos, con los estudiantes, con los dependientes, con las mareas, con los autónomos, con los damnificados de las multinacionales. A Podemos le hace falta menos ser brillante en la televisión –ya lo es de sobra- y más ser útil para la gente en la calle. Por eso mucha gente no ha entendido la firmeza a la hora de no ceder a un gobierno de Rivera presidido por Sánchez. Aunque Sánchez mienta y diga que iba a poner en marcha un gobierno de izquierdas. Porque hoy ya estaría justificando los recortes con la excusa de los 8.000 millones que esta misma mañana estaría reclamando Bruselas. Si Podemos se mimetiza con los demás partidos, va a ser medido como los demás partidos. Y Podemos se ha mimetizado. En la tediosa discusión parlamentaria para formar gobierno, en el tedioso debate a cuatro, en la estricta presencia parlamentaria, en la falta de originalidad en la organización interna. No se trata de ser izquierdistas sino de ser originales.

Los que quieren que Podemos sea muleta del PSOE dicen que el resultado es un fracaso de Pablo Iglesias. Insisto en que toda la Ejecutiva es responsables del resultado, especialmente los responsables de campaña. Y ni Pablo Iglesias ni Íñigo Errejón tienen que dimitir. Eso es lo que quisieran los que saben que Podemos es muy probable que gobierne en las próximas elecciones si es capaz de corregir sus errores. Felipe González perdió en 1977 y en 1979. Aznar perdió en 1993. Rajoy en 2004 y en 2008. Volvieron a presentarse y ganaron. Los paniaguados del bipartidismo piden dimisiones porque saben que Podemos es la única fuerza que va a hacer valer los intereses de la mayoría. Y que saben que Pablo Iglesias es uno de los políticos con mayor fuerza y preparación de la historia reciente de España. El PSOE va a demostrar a partir de ahora que una cosa es predicar y otra dar trigo. La socialdemocracia europea piensa que el trabajo estable es una reliquia del pasado, negocia el TTIP con los Estados Unidos y está de acuerdo con las políticas de austeridad. Son los mismos que quieren ejecutar a Jeremy Corbyn en Gran Bretaña porque les parece un radical y que presenciaron alegres cómo azotaban a Grecia por ser rebelde. En cuanto el PSOE demuestra quien en verdad es –algo que siempre oculta en las elecciones- aparecerá Unidos Podemos como la única fuerza que puede representar los intereses de la mayoría. Sólo falta que haga un ejercicio de madurez y, pasadas las elecciones, pase a hacer política en serio. A partir de ahora, lo que le toca es crecer.