A la sombra de las hojas

Publicado el 01 diciembre 2013 por Libelulalibros
Si tuviera la costumbre de ponerle título a estas zarandajas, ahora sería: De cómo un poeta italiano resultó sospechoso de ser autor de un pasillo ecuatoriano; y sería algo así: Hace cien años y un mes, la Victor grabó y prensó —número de sello: 65726, y de matriz: L—250— El odio: por el dúo de Alfonso Dougard & Rodolfo Martínez: ahí, a los 29 segundos puede oírse —entre el entrañable scratch— la célebre cláusula: «odio quiero más que indiferencia.» Disputan los expertos por su autor: se le atribuye a uno nacido ocho años después —un prodigio de precocidad—, alguno aventura la mención de Guillermo Valencia. No habrá de ser disparate apuntar aquí, en fin, que en el apartado 69,3 de: Zibaldone [de pensieri], Giacomo Leopardi —según la traducción de Elena Martínez, Gadir 2010, página 93— puso: «¡Cuánto más dulce es el odio que la indiferencia hacia alguien!» Que ilustra Botho Strauss —Parejas, transeúntes, Alfaguara 1986, página 75: «Desde el coche descubrí, entre los peatones que cruzaban la calle, a la amada N., junto a la que yo —¡entonces! ¡en aquel tiempo!— caminé durante casi tres años, la ví atravesar la calle y dirigirse a una taberna cualquiera.» Y: «Es la misma amada. Vista fugazmente de medio perfil, ella andando mientras yo pasaba en el coche. Me resulta una ley incomprensible, ver trocado en extraño lo que fue tan familiar. ¡Maldito mundo de transeúntes!»

Indiferencia de que trata —hace mil y unos años, como una anticipación de Wakefield— Sei Shônagon en El libro de la almohada: «107. (Cosas que han perdido su valor)… Una mujer, airada con su marido por un asunto trivial, sale de casa y corre a esconderse en algún lugar. Está segura [de] que tras ella correrá él en su busca; mas él no hace nada parecido y muestra la más indignante indiferencia. Como no puede quedarse afuera por siempre, se traga su orgullo y regresa.» —traducción de Iván A. Pinto, Oswaldo Gavidia e Hiroko Izumi Shimono, Fondo Editorial de la PUCP 2002, página 262. Amalia Sato —que lo registra en el apartado 80: Cosas que han perdido su poder— traduce: «exasperante indiferencia» (Adriana Hidalgo 2002, página 174). Con el mismo título de Sato —apartado 48: Alianza 2005, página 81— mucho más exactos en la adjetivación, Borges & Kodama: «despiadada indiferencia». Tal como el verso italiano y el pasillo ecuatoriano.


José F. CalleLibélula Libros