Aspira fuerte el napal. Que huele a victoria.
Bunbury.
Han cambiado los bancos donde nunca nos sentamos y los han sustituido por césped. No está recién cortado. Agosto será, este año, otro mes de rebajas. Si todavía puedo creer en el ser humano es gracias a que inventaron el motor; los coches. No quiero pensar en la capa de ozono cuando aceleras en ese amago de autovía que nos separa del mundo. La luna a escasos 50 metros, se refleja entre los árboles, se desliza por aquellas canciones que nunca supimos cantar. Afinas las palabras en RE; las palabras son bajas, voces convertidas en susurros; en pensamientos que no se traducen en fonemas. Google Translate no puede traducir los sonidos. No puede traducir el eco ni esa mirada. La luz blanca y llena cae sobre el capó gris de este coche norteamericano, probablemente fabricado por chinos. Transeúntes sin visado atados a una factoría. El equipo de sonido, las llantas de aleación comiéndose el asfalto, devorando el mundo real, las ilusiones ópticas, las cosas que nunca debieron cambiar, pero ya no son inamovibles. La hierba. El olfato es el más sensorial de los sentidos. A qué huelen los octanos consumidos. ¿Y el ron no ingerido? Buenos días agosto, el mortecino despertar de la rutina. La flagrante fuga. Los acordes destinados al amor; no al olvido.