La secuencia es la misma, obstinadamente la misma: todos los días, a las 18 horas, un hombre comienza a perforar el otro lado de la pared de mi apartamento. El taladro me mortifica por quince minutos, luego se produce un corto silencio y enseguida se escuchan los gemidos de una mujer. Los grititos no duran más de 10 o 15 minutos y desembocan en un largo y ametrallador sollozo. Finalmente, ponen algo de música together-forever, chocan vasos y se deshacen en risas post orgásmicas. Todos los días se repite la rutina, a las seis en punto de la tarde, con una exactitud y esmero dignos de un cobrador de impuestos medieval.Claro que ya escuché hablar del jueguito de la enfermera, el verdugo, el profesor y la alumna, incluso Batman y Robin, según las preferencias sexuales; pero esto excede mi imaginación: La fantasía del perforador de paredes. En ese aspecto, se trata de una pareja innovadora, no lo puedo negar. Lo cierto es que todo este dislate ha llegado a preocuparme, pues si en verdad el sujeto agujerea la pared antes de tener sexo, los hoyos y rajaduras deben ser innumerables, lo que estaría poniendo en serio riesgo la estabilidad estructural del edificio. Tampoco puedo ocultar que asocio ese trepidante sonido invasor con la potencia de su miembro viril... bueno, es que estoy comenzando a sentir menoscabada mi masculinidad.Acuciado por la incertidumbre y la angustia, hoy decidí aclarar la situación de una buena vez, así que, después del rito diario que acabo de comentar, me dirigí presuroso al apartamento de mi vecino. Aporreé la puerta y me paré con los brazos cruzados, mientras mascullaba amenazas y daba golpecitos de impaciencia en el piso con el pie derecho, actitud que abandoné en el acto cuando vi que se asomaba un tipo enorme y con cara de pocos amigos. Me increpó:-Pero ¿qué carajo quiere?-Verá usted… yo soy su vecino del B y resulta que… ¿no me prestaría el taladro? Es que hoy viene mi novia y... -pero el puñetazo no me permitió terminar la frase.
La secuencia es la misma, obstinadamente la misma: todos los días, a las 18 horas, un hombre comienza a perforar el otro lado de la pared de mi apartamento. El taladro me mortifica por quince minutos, luego se produce un corto silencio y enseguida se escuchan los gemidos de una mujer. Los grititos no duran más de 10 o 15 minutos y desembocan en un largo y ametrallador sollozo. Finalmente, ponen algo de música together-forever, chocan vasos y se deshacen en risas post orgásmicas. Todos los días se repite la rutina, a las seis en punto de la tarde, con una exactitud y esmero dignos de un cobrador de impuestos medieval.Claro que ya escuché hablar del jueguito de la enfermera, el verdugo, el profesor y la alumna, incluso Batman y Robin, según las preferencias sexuales; pero esto excede mi imaginación: La fantasía del perforador de paredes. En ese aspecto, se trata de una pareja innovadora, no lo puedo negar. Lo cierto es que todo este dislate ha llegado a preocuparme, pues si en verdad el sujeto agujerea la pared antes de tener sexo, los hoyos y rajaduras deben ser innumerables, lo que estaría poniendo en serio riesgo la estabilidad estructural del edificio. Tampoco puedo ocultar que asocio ese trepidante sonido invasor con la potencia de su miembro viril... bueno, es que estoy comenzando a sentir menoscabada mi masculinidad.Acuciado por la incertidumbre y la angustia, hoy decidí aclarar la situación de una buena vez, así que, después del rito diario que acabo de comentar, me dirigí presuroso al apartamento de mi vecino. Aporreé la puerta y me paré con los brazos cruzados, mientras mascullaba amenazas y daba golpecitos de impaciencia en el piso con el pie derecho, actitud que abandoné en el acto cuando vi que se asomaba un tipo enorme y con cara de pocos amigos. Me increpó:-Pero ¿qué carajo quiere?-Verá usted… yo soy su vecino del B y resulta que… ¿no me prestaría el taladro? Es que hoy viene mi novia y... -pero el puñetazo no me permitió terminar la frase.