Entretanto, el emperador para agradecer su victoria en Babilonia, mandó hacer una estatua de yeso del dios Saturno, la que mandó dorar. Cuando estuvo lista, fue puesta en público y muchos la adoraron. Mandó llamar Decio a Policronio y su clero, y le ordenó sacrificaran al dios, pero se negaron. Decio dijo: "Tú eres sacrílego, Policronio, pues no guardas los mandamientos de los dioses del emperador", como callaba, se dirigió a Pármenas diciéndole: "Tu jefe calla", a lo que Pármenas replicó: "Nuestro jefe no va a contaminar su boca; pues guarda el mandato de Nuestro Señor, que mandó no tirar sus perlas a los cerdos. ¿Consideras acaso correcto que lo que antes se ha purificado, debe ser contaminado con excrementos?" Decio, por supuesto, respondió airado: "Ah, ¿es que soy yo estiércol, lo soy?" Y mandó le cortaran la lengua a Policronio, el cual permaneció impávido. Luego de esto, Pármenas clamó: "Oh padre bendito Policronio, ruega por mí, porque veo que el Espíritu Santo te inunda, por él abres tu boca y esta destila miel". Decio insistió: "Policronio, sacrifica a los dioses", pero el obispo no se movió. Entonces Decio mandó le apedrearan, especialmente en la boca. Mientras, el santo levantó los ojos al cielo, abrió los brazos y recibiendo la lluvia de piedras, expiró.
Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo II. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1914.