Mónica (Mónica del Carmen, la única actriz) es una trabajadora social en la Ciudad de México cuyo hijo tiene una enfermedad degenerativa en ambos ojos. Agotadas todas las vías de curación, su única esperanza es el trasplante de córnea. Agobiada por la lentitud de respuesta del sistema sanitario y la escasez de recursos, decide buscar una solución extrema en su entorno laboral: el mundo de los niños de la calle.
Una mirada indiferente Los hermanos Franco, Victoria y Michel (Chronic, Después de Lucía) trabajan juntos en un Docudrama, esto es, parte documental, parte dramatización. Hasta ahora Michel Franco se ha inclinado por hacer cine de crítica social, con temas bastante interesantes. “A los ojos” entra dentro de esa categoría. La combinación de los temas debería ser suficiente para convertir a esta película en desgarradora. El ir y venir de una madre presionando a la seguridad social por el órgano que su hijo necesita para no quedar ciego. Su labor como trabajadora social, dedicada a rescatar niños y jóvenes de las calles, sacarlos de las adicciones y entregando su esfuerzo por ofrecerles una oportunidad de vida. Por desgracia la cinta me resultó plana, sin vida y sin trazo de emociones. No hay en ella un gramo de tensión, no se despierta la empatía con los personajes, vaya, ni siquiera el despertar del coraje ante estas atrocidades. Benjamín Espinoza, un joven adicto que se representa a sí mismo, improvisó sus diálogos para hablar sobre su situación de calle, y es justamente su “papel” el que dota de algo de sentimiento a la cinta. Mónica del Carmen parece tan inexperta en la actuación como el resto del elenco, lo cual no sé si fue intencional, para mantener uniforme la película o si sencillamente no hubo manera de cambiarle el atole de las venas por sangre para hacerla parecer una madre desesperada. Reconozco la capacidad de los directores para improvisar, y para mezclar estas dos categorías sin que sea evidente el momento en que pasan de una a otra, tal vez gracias al trabajo de edición y en parte a la actuación de Mónica (que sigo sin justificar).Hace algunos meses hablaba del trabajo de Michel Franco en Chronic, de su obligada reflexión y del final que dio sentido a una historia que se sentía lenta y perdida. En esta ocasión no hubo final que rescatara la uniforme lentitud de la película. No hubo lagrimita en el espectador, ni siquiera la invitación al debate sobre si el evento lo ameritaba o no. El mundo del mercado negro de órganos tiene historias tétricas en todos los rincones del mundo, México no es la excepción en el caso. La intención de los hermanos Franco se entiende y se respeta, por desgracia “A los ojos” sólo me provocó una mirada indiferente.