La sensibilidad no sirve de nada si no se manifiesta con hechos reconocidos www.solitariosinvisibles.org
Señor Presidente Luis Rodolfo Abinader Corona, y esperamos que su último apellido no sea una extensión de otro componente, todavía sin remedio aparente, al que le faltan los ingredientes del "virus" ( Corona - virus). Con todos mis respetos, pues tan solo soy un analista plebeyo de la información que más ilustres comentaristas "sitadinos" tiene su país y que podrían conmigo coincidir. En estos momentos de difícil transición en su "enjambre" de gobierno, profesionales que sin duda le pueden recordar que sus primeras decisiones que median entre la confianza y tener la seguridad de cumplir con su deber, distan mucho, salvo honrosas excepciones, de ser los más idóneos y competentes para un quehacer de transparencia enérgica dentro del concepto de madurez, conocimiento ministerial y ecuanimidad.
Únicamente manifestar, y es una opinión personal, que usted ha pasado de ser una opción de sensibilidad popular que haría viable cambiarlo todo a mejor, a la supuesta sospecha de dejarlo todo igual o peor que pudiera estar, cuando muchos de sus seleccionados no son aptos y menos experimentados, según clamores por los arrebatos en el pasillo de los pasos perdidos, para desempeñar una labor confiable, al igual que otros muchos que han trabajado para que su elección sea una realidad, dejando la piel en la campaña electoral, no recogiendo por ello la merecida nota de su calificación y la oportunidad de hacer méritos de su formación y dedicación total para constituir una cadena de mando que le apoye en todo momento en la dirección que debe desempeñar, probablemente por entender usted mejor que nadie que los compromisos adquiridos con muchos, son demasiados de los presumibles fieles que irremediablemente quedarán postergardos para otra mejor ocasión.
Usted se ha dejado en el tintero de la firma de las designaciones eficaces a muchos en el cajón de los recuerdos, prestándose a corresponder a aquellos que le han prometido otros tantos años en el poder como tuvo el PLD, cuestión que ni el mago Merlín predijo con rotundidad cuando dijo que los finales felices no existen, ni para usted ni para nadie, cuando el caos y las tribulaciones se apoderan de la realidad del pueblo cuando exige un cambio honesto y comprobable en la sociedad, y no por instalar cuatro semáforos más en el malecón de la capital de Santo Domingo.
Son muchas las contradicciones que esgrime usted como responsable y valedor con las migajas que ofrece, que por citar algunas, y ya tendremos tiempo de referirnos a distintas en otra ocasión las citaremos, pero dos de ellas son importantes a destacar, con el único objetivo de crear ambiente sin doctrina ni persuasión.
Primera, la de no aumentar los salarios con la dignidad que merecen quienes deben velar por la seguridad del país, concretamente la policía de a pie y motor que se la juega en mantener el orden y especialmente la Dirección Central de Investigaciones Criminales - Dicrim, que se expone a cuatro tiros por la espalda y en venganza de no admitir sobornos, al igual que los departamentos fiscales que cuentan con menos medios para dinamizar los trámites de coerción y causas pendientes, dentro de los límites de una judicatura que requiere urgente de una modificación, independiente de las presiones de una abogacía privativa y privilegiada que defiende al más poderoso y obtiene de la misma lo impropio, dejando a los más débiles e inocentes en el hoyo de una "castración" que nace de la impotencia y el olvido.
Segunda, el tema haitiano, en el que usted después de manifestar una serie de medidas desproporcionas de deportación y persecuciones al completo dentro de la Ley que debe regular, es harto comprobable que clamarían la intervención ipso facto de las organizaciones de derechos humanos, decide que su vicepresidente le eche un cable y sea él quien arroje la tierra sedienta al fuego de la intranquilidad abrasadora, que ha impactado en muchas personas que carecen de lo elemental y se sienten más desprotegidas que un aguacate en una mata a punto de ser esquilmada por una hambruna feroz, impidiendo inteligentemente que usted se queme los faldones de su blanco traje de posesión del mandato, haciendo mutis por el foro para apagar lo que podría llamarse una reacción de subversión silenciosa, que a más de un habitante de La Hispaniola podría costarle la vida y hacienda. Y lo hace usted señor Presidente de la República, a lo mejor inconsciente o premeditadamente para distraer la atención de otros asuntos que le pueden tener más ocupado, como podrían ser los que atañen a las divergencias de irreconciliable actitud de la entrante y el saliente fiscal general del Estado.
El asunto haitiano señor Presidente de la República Dominicana tiene soluciones y están más al tiro de lo que piensa, pero no de hoy para mañana, sugiriéndole se haga acompañar de personas afines al problema que están dispuestas a conseguir que su asesoramiento no le haga malgastar cartuchos innecesarios en una confrontación, que ni tan siquiera el ejército británico pudo combatir con éxito entre las dos Irlandas, tan cercanas y tan distantes a la vez y con ideologías parecidas de acercamiento si no prevaleciese la testarudez de quienes aconsejan con altanería y sin saber, llegando a la conclusión de que el (SF, Nosotros mismos) fuese la mejor intermediación para evitar un descontrol mayor del que usted podría tener entre sus filas, ergo la oposición que le sigue los pasos, y ese nieto de Trujillo que le quiere a usted ver el día menos pensado en Miami o en New York.