Han sido 13 días con sus 13 noches sin escribir. Apenas esbozos, ideas que morían a las cuatro frases (algo nada desdeñable, dado que mis frases no tienen el don de la síntesis y podría hilvanar un post con ellas). Solventada la oxidación, quedan demasiados temas en el tintero que, juntos, componen un panorama poco menos que desolador.
Podría achacar el silencio a una crisis propia de los grandes escritores, a una depresión que ha desordenado mis pensamientos, todo en el sentido romántico del término, pero no. Lo cierto es que he estado entretenidísima. ¡Y cómo! A base de bien. He sido espectadora de primera fila de un espectáculo pirotécnico que, paradójicamente, adolece de falta de luces, sin duda a causa del ahorro debido. La luz volverá a subir en octubre un 3%, con lo que la subida acumulada desde enero se situará en el 8%. La penumbra no nos ha dejado ver cómo se han recortado las pensiones, la línea roja (Obama debería bombardearnos), bajo el manto de una subida del 0,25%, ridícula, insultante si se la compara con la subida imparable del IPC, maleado hasta la saciedad para que el resultado sea una subida moderada para que Angie mantenga a raya sus líneas de expresión.
Ahora, en medio de este cúmulo de despropósitos, entre marea blanca y marea verde contra el desmantelamiento de la sanidad y de la educación públicas, probablemente subirá el IVA (problablemente, en lenguaje liberal, significa con toda probabilidad). Los comerciantes se quejan porque ellos traspasarán la subida al consumidor y éste que cada vez lo es menos, exclamará: Apaga y vámonos.