A mi Hermano Marcos

Por Ritofrancesmoderno

Mirando a la inmensidad, Marcos.

Apenas me lo puedo creer: Marcos, nuestro Hermano Marcos, nos ha dejado, ha muerto -se hace duro conjugar tan, como poco, descarnado verbo- hace nada, unas horas, una desangelada eternidad. Se lo llevó un infarto cerebral. Apenas me lo creo, pero es.

Marcos: un joven Maestro Masón de las canteras y columnas de la Respetable Logia Constante Alona (GODF), en el Oriente de Alicante. Socialista. Masón. Y buena gente. Le conocí, fugazmente, hace casi un año, en Madrid, en un Encendido de Luces. En su mirada había luz, sencillez y lucha en su sonrisa. Me quedo con eso. ¡Eso queda!

Quiero expresar mis condolencias a su familia y a su Logia, y quiero hacerlo con estas palabras de un poeta de muy cerca de su tierra: la elegía de Miguel Hernández a su amigo del alma, Ramón Sijé, “con quien tanto quería”.

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
Y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofe y hambrienta

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte
a parte a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de mis flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

Gimamos.


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