Mi pequeña foquita, que es la más lista de todas las pequeñas foquitas en muchos kilómetros a la redonda, no calla ni debajo del agua. En su proceso de desarrollo del habla, que el papá de la criatura lo llama la fase Probando, probando, va soltando miles de sonidos y sílabas sueltas. De tanto en cuanto suelta alguna palabra con algún sentido. Además de las archirepetidas Mamá, Papá y No, a veces pide Abua o avisa de que tiene kaka. Pero últimamente repite mucho la expresión A mí.
Si quiere algo, A mí, si te da algo, A mí, por cualquier cosa, A mí. Ya os podéis imaginar que cuando pide algo y yo no acierto a saber exactamente qué es lo que pide, la de veces por segundo que dice A mí es espectacular. Eso me pasó hace unos días en uno de los momentos estelares que tenemos las madres de tanto en cuanto cuando los niños lloran, llegas tarde, se rompe algo... Total, que después de unos doscientos A mí, mi respuesta ingeniosa fue responderle: Sí hija, a mí la legión. Me quedé a gusto, pero no me di cuenta que mi bebé gigante estaba con la antena puesta. Cuando le pides que vaya a bañarse le coge una sordera transitoria aguda de caballo, pero en aquel momento oía más fino que una trompetilla.
Así que desde entonces que cada vez que mi pequeña foquita dice A mí, mi bebé gigante responde la legión. No tengo nada en contra del mundo castrense pero que un niño vaya por la calle diciendo esta expresión no es muy normal.
Tendré que morderme más la lengua.