Si. Ya lo se. Hasta los mejores tienen derecho a que les dejemos en paz. Pero que quieres que te diga, José Antonio. A mi no me apetece nada que te vayas.
Hay veces que algunas obras de las personas quedan marcadas bajo tu piel de forma indeleble. Yo no se con qué lloré más aquel día de noviembre, si con la tristeza de enterrar a Dolores o con la emoción de miles de gargantas cantando tu canto a la libertad. Ahí sellamos un pacto: tu me acompañabas a lo largo de mi vida y yo aprendía de ti.
Aún te quedaban lecciones en el tintero. Ya sabes que en un país donde el congreso se llena de pujaltes y michavilas, la dignidad siempre destaca y a veces, mandar a la mierda a la derecha reaccionaria y cavernícola es hasta un acto de elegancia.
Si. Queda el consuelo de que hay gente que perdura. Pero convengamos: no es lo mismo.
Así que te repito. No me da la gana que te vayas.
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