El escritor y periodista ruso Vil Lipatov es autor de una bonita historia sobre un joven llamado Vanyushkal, quien estaba enamorado de Anka, su novia, con quien ansiaba casarse, y amaba también una flamante camioneta de carga que le había entregado el Estado, en tiempos de Khruschev, para abastecer de víveres a los pueblos de su región.
Sucedió que un día viajaba solo Vanyushkal por una brecha solitaria, con una carga de sacos de azúcar, cuando se topó con el Río Bludnaya (Vagabundo), donde no había puente, pero al observar huellas de rodado de otros camiones, quizás semejantes al de él, que lo habían cruzado, se aventuró a hacer lo mismo.
Sin embargo, a medio río el agua entró por el tubo de escape; Vanyushkal forzó el motor, las ruedas traseras patinaron en la arena, la máquina se apagó. Se le ocurrió entonces acarrear piedras de la orilla, y levantando con el gato hidráulico las ruedas, colocó debajo de ellas las piedras, pero a medida que lo hacía, la corriente removía la arena, por debajo del camión, hundiéndolo cada vez más. El fondo del río lo formaban arenas movedizas. El Bludnaya se tragaba su vehículo y él lo perdía todo: su empleo, su alegría, su amor por Anka.
Con angustia vio que el agua casi llegaba a los sacos de azúcar y resolvió salvar por lo menos la carga, que luego trasladó saco por saco de 50 kilos a la otra orilla, frente al camión, y siguió acarreando piedras desde la ladera para formar dos líneas paralelas hasta la orilla. Ya sin carga, el camión dejó de hundirse; Vanyushkal prendió el motor y logró sacarlo de ahí.
Cansado y sin comer en todo el día, el joven volvió a cargar y reanudó su viaje, pero había aprendido algo muy importante: Que la vida es una cadena de descubrimientos; la sabiduría se obtiene con la experiencia; nadie sabe si es capaz de algo hasta que lo intenta y que en su futuro habría cientos de Bludnayas que ya sabía cómo cruzar.
Artículo publicado en el diario La Crónica de Hoy Jalisco en su edición del viernes 7 de noviembre de 2014.