Director: J. C. Chandor
Una que esperaba hace tiempo, tanto que en cierto momento olvidé que la estaba esperando y seguí con mi vida. Pero algunas cosas están destinadas a suceder, y hace un par de días veo que "A most violent year", tercera película del director de "Margin call" y "All is lost", ambas muy bien apreciadas, está plenamente disponible para mi disfrute. Y la veo, pues así tenía que ser. Y me gusta, tal como deseaba/esperaba. De todas formas, no es la típica historia de criminales con tendencias a la violencia sangrienta, impresión que se podría desprender de su título; Chandor se permite explorar terrenos mucho más profundos y prometedores. Y sale airoso, qué duda cabe.
Abel Morales es un hombre de negocios, de esos que se han hecho solos, dueño de una compañía de combustible que está presto a cerrar el trato más importante de su carrera, el que bien podría ponerlo en el mapa de los verdaderos peces gordos de ese país llamado Estados Unidos. Por desgracia, tanto las fuerzas de la ley como las del crimen se interponen en su camino, amenazando con destruir su tan anhelado y trabajado sueño. Todo esto en 1981, según estadísticas, el año con la mayor tasa de criminalidad en la historia de la ciudad de New York.
"A most violent year" no es la típica historia criminal llena de violencia sangrienta como el título podría sugerir, más bien es el retrato de la pulsión interna de una sociedad que sueña en grande pero que se debe conformar con vivir en una ciudad pestilente y mugrienta, podrida desde los ladronzuelos de la más baja categoría hasta aquellos que bien arriba manejan el futuro y el bienestar de los ciudadanos comunes y corrientes. J. C. Chandor aprovecha el contexto de ése, el año más violento, para narrar, innegablemente desde una mirada algo inocente y un poco moralista, una historia cuyo eje central es la solidez y el respeto de los buenos valores morales, representados en la conducta intachable del protagonista, un sujeto que quiere evadir toda violencia o mecanismo ilegal para triunfar, versus el amoral estilo de vida y negocios de sus competidores. No sólo es eso, desde luego, no exclusivamente una despiadada crítica a las esferas altas del poder; también es, a raíz de ello y un poco más, una pesimista mirada a las consecuencias que los peones deben sobrellevar, a veces con sus vidas. "A most violent year" es una forma de desenmascarar y desmitificar el tan manido sueño americano -algo ya hecho multitud de veces y que se seguirá haciendo-, no sólo criticando lo ya expuesto -cómo la competencia económica y las influencias del poder son favorables para unos pocos y negativas para muchos prescindibles- sino haciendo que los límites entre lo correcto y lo incorrecto se confundan, dando a entender que ese país se hizo en base a personas que, si bien honestas en algunos casos, con conocimiento o no surgen gracias a vacíos legales y artimañas de ese tipo. El triunfo no es tan bello, limpio, inspirador... esconde una base sucia y que es mejor mantener escondida.
De todas formas la cosa no deja de ser así de taxativa en ocasiones: el bueno es el soñador que no piensa caer en la corrupción aunque esté rodeado de mazanas podridas que vendieron su alma al diablo: el dinero. Y ojo, ¿a quienes debemos recurrir cuando estamos en problemas económicos? A dichas manzanas, que se adueñan de nosotros y nos agregan a su ingente colección de ingenuos e ilusos. Lo dicho: la sociedad nace y crece en pos del dinero y el poder, los demás son piezas que bien se pueden reemplazar a gusto. En el fondo, la honestidad y el camino correcto no son nada, no tienen lugar en un escenario donde los valores no son tan transparentes como nos enseñan de niños.
En cualquier caso, "A most violent year" me gusta, más que por lo anteriormente señalado -ya visto y por lo tanto sin mayor sorpresa y capacidad de desolación: el sueño americano roto/sucio/subvertido es una realidad aceptada-, por su sólida y bien construida narración, centrada en un personaje que ve cómo un montón de obstáculos se interponen entre él y su sueño: destruir a sus competidores, quienes tampoco se quedan de brazos cruzados. Comenzamos con un emocionado Abel, seguimos con las amenazas, los robos y toda clase de golpes bajos, y vamos terminando con el golpe al timón y el tomar al toro por los cuernos. Chandor sabe cómo crear una sensación de cierta seguridad y, para sufrimiento nuestro, romperla su poco para progresivamente ir aumentando esa grieta, amenazando con hacer caer todo lo que queremos para Abel: éxito y bienestar. Pero si el guionista/director hace que el fiscal meta sus narices y un desconocido robe combustible, entonces el panorama se torna difícil y se llena de incertidumbre. La atmósfera de vulnerabilidad es en los mejores casos asfixiantes y, como conjunto, constante; la trama, fiel a su premisa de violencia subyacente, se cuece a fuego lento, con peces gordos negociando y dialogando, para ser, en contadas y suficientes ocasiones, golpeada por pequeñas explosiones de violencia que hacen crecer la indignación y el nerviosismo. La de Chandor es una narración y dirección, además de elegante y precisa, también segura, firme y sin titubeos -puros sinónimos, perdónenme-, dando como resultado una película intensa, calmadamente intensa si me permiten la "contradicción", de principio a fin: el contexto, más aún, el subtexto, lo es todo. ¿Y qué significa eso? Que ya somos parte de algo más grande que nosotros, la visión de la ciudad no arroja optimismo: hay más cazadores furtivos esperando a que te conviertas en cadáver y dejes contigo todo tu éxito. La tierra de las oportunidades, amigo mío.
Eso sí, y hago esta afirmación asumiendo el riesgo de no haber visto los dos largometrajes previos de Chandor, se le podría pedir al hombre un estilo más reconocible, que se le note más la personalidad para que así su película sea aún más memorable y potente. Por ejemplo, esta cinta en manos de James Gray habría sido más emocional, pues el tipo siempre pone parte de sí en cada uno de sus trabajos. No digo ni mejor ni peor, pero sí más personal y por ende de más impacto en el espíritu. No obstante, lo de Chandor es elogiable y ya tendrá tiempo de hallar su estilo cinematográfico uno que vaya más allá del bien ejecutado clasicismo-.
Por último, cerca del final hay una imagen que habla por sí sola: sangre mezclada con petróleo, cada sustancia con su respectiva fuente a menos de dos metros de distancia entre sí, y una persona que se preocupa más por el líquido negro que por el muerto: ha elegido bien (¿?).
En todo caso, que quede claro que "A most violent year" es más una película sobre una atmósfera y un sentir, o de contrastes y sueños rotos, que una sobre delitos de cuello y corbata engarzados matemáticamente; lo que le da fuerza a la cinta de Chandor es, y ojo que no me contra digo con esto, la energía que sustenta su trama y no la trama en sí. Con todo, el hecho de que la trama esté tan bien narrada es de agradecer, pues ésta es, al fin y al cabo, la que logra sustentar la fuerza inherente del relato, además de dejarnos excelentes momentos en la retina -y bueno, por eso es que a mí me gusta más por la trama-. ¿Enredado? Espero que no; digo, no vale la pena tener un gran discurso si no sabes cómo desarrollarlo y ponerlo en imágenes, ¿no?
"A most violent year" me recuerda un poco a esa obra maestra que es "The counselor", con la que comparte su buen par de similitudes formales y conceptuales -como el descreimiento hacia el sistema yanqui y el ritmo pausado que prefiere el diálogo como motor narrativo por sobre la violencia explícita-, aunque hay que decir que la cinta de Ridley Scott y Cormac McCarthy es mucho más salvaje, nihilista, irónica, poderosa, oscura, mordaz, aterradora y sensual que la obra de Chandor. Pero para qué caer en comparaciones odiosas... "A most violent year" se defiende sola y muy bien.
En fin, recomendable esta "A most violent year"... muy bien narrada, dirigida e interpretada -especialmente Oscar Isaac-. Ha pasado desapercibida, y aunque no sea una súper genialidad, sin duda que merecía mayor atención y aprecio... pero es que cuando criticas los valores básicos de esa tierra soñadora, mejor que pases al olvido pronto, ¿no? Ustedes sí que deben verla.