¿Será que no es lo mío esta competición?Los EnemigosCuando Mihalyi Csikszentmihalyi acuñó el nombre del concepto en el que se basaban todas sus investigaciones, no era consciente de sus consecuencias. Sentado a orillas del Lago Michigan valoró de entre varias opciones la que culminaría su proyecto. Necesitaba un nombre con gancho comercial, algo que sintetizara el complejo título de sus estudios. Él no pensaba en Bruce Lee ni tampoco llamaba amigos a sus amigos ni tampoco a sus alumnos de la Universidad de Colorado. Simplemente, observó uno de los nombres, manuscritos a lápiz sobre una moleskine negra de tapa blanda. Lo miró fijamente. Lo reprodujo verbalmente una y otra vez. Puede que los peces del Lago Austin se acercaran al cebo y picaran, pero Mihalyi Csikszentmihalyi estaba absorto rememorando el hallazgo, en una suerte de austera e incontrolable felicidad que, desde entonces -y hablamos de finales de los años 60-, se conoce como flow. Cómo iba a saber que, cuarenta años después, dos personas utilizarían su concepto para describir un estado de ánimo suave y permanente, intenso por momentos, que nunca quisieron describir como amor. Como lo que Mihalyi Csikszentmihalyi habría pensado del amor si hubiera puesto sus manos sobre este milenario y desconocido, hasta hoy, sustantivo.