A propósito de Llewyn Davis: Camino a la Perdición

Publicado el 20 enero 2014 por Mike_lee

A principios de los años 60, Llewyn Davis lucha por hacerse un nombre en la emergente escena de la música folk en el Greenwich Village neoyorkino. Tras múltiples rechazos, Llewyn malvive durmiendo en los sofás de casas ajenas, con lo que decide partir en busca de una nueva oportunidad para alcanzar la fama que le llevará hasta Chicago, iniciando un viaje que resumirá su vida hasta el momento.
A punto de cumplir 30 años desde que se estrenaran en el cine con la sencilla pero retorcida Sangre fácil, los hermanos Coen regresan para demostrar por qué siguen siendo dos de los directores más brillantes actuales. Desde que ganaron el Oscar con No es país para viejos, Joel e Ethan iniciaron una racha de verdaderas joyas que resumían su particular estilo cinematográfico, como las comedias negras Quemar después de leer y Un tipo serio y el western Valor de ley. Tras un descanso de dos años, vuelven con A propósito de Llewyn Davis, película que nos presenta a un protagonista que, lejos de alzarse como un ejemplo de la superación personal y del triunfo ante la adversidad, lo hace como lo que la sociedad occidental denomina "un perdedor", un tipo que no podría estar más alejado de los ideales de éxito.

Con una estructura circular, fuertes ecos de la mitología clásica, en particular del viaje de Ulises, y las similitudes con películas anteriores como Barton Fink y O Brother!, los Coen nos narran el poco afortunado viaje del aspirante a músico en clave de comedia negra en la que el protagonista no goza de un minuto de respiro: no tiene casa propia donde poder dormir, la mujer de sus sueños se va a casar con un amigo y quiere abortar el bebé con el que Llewyn podría haberla dejado embarazada, su música no es apreciada ni vende discos, el compañero con quien formaba un dúo se ha suicidado, y encima ha perdido el gato del único amigo que todavía le da cobijo. Los hermanos Coen combinan el patetismo que rodea la vida de Llewyn con sutiles golpes de humor y con la carga del pasado que soporta el protagonista, todo ello narrado con un ritmo pausado y especial énfasis en los conciertos y pequeñas actuaciones musicales del protagonista.

Para esta odisea musical, los Coen se reúnen con T-Bone Burnett, el productor musical de El gran Lebowski y O Brother!, que nos ha dejado una banda sonora de lujo que resalta el tono de la película y el carácter del protagonista. Con quien no han podido reencontrase ha sido con el director de fotografía Roger Deakins, cuyo lugar lo ha ocupado Bruno Delbonnel (Amelie), quien, si bien no ha ofrecido el mismo resultado que Deakins, se ha encargado de dar a la cinta de un ambiente apagado y grisáceo ideal para el tono de la historia.

Otro viejo conocido de los Coen que ha aportado su gran talento a este película es un recuperado John Goodman, quien cuenta con una breve pero intensa aportación al pintoresco grupo de personajes que se encuentra el protagonista en su viaje y que incluyen a F. Murray Abraham (el mítico Salieri de Amadeus), un adecuado Justin Timberlake que no desentona, a una malhablada Carey Mulligan (Shame) y por supuesto a Oscar Isaac (Drive), el protagonista de la función que demuestra aquí su potencial interpretativo como el sufrido protagonista.

Música, personajes extraños con fuertes opiniones y un demoledor sentimiento de abatimiento se entremezclan en el viaje en busca del triunfo que nunca llega del protagonista. Los hermanos Coen han vuelto a plasmar su particular imaginario en una película cuidada y disfrutable en cada detalle, no se la pierdan.
Ficha de la película.