Pascal Quignard es un literato sublime, de una sensibilidad que impresiona y estremece. Sus textos están marcados siempre con la huella de la delicadeza y las palabras que los forman se unen con un lazo de nota musical.
En todos sus libros late una melodía y una forma de proceder absolutamente personal, original y única, que los convierten en pequeñas obras de artesanía: delicatessen para los lectores que huyen de la literatura más comercial y buscan entre los estantes obras más personales e íntimas, eruditas y muy alejadas de la acostumbrado.
En los últimos años varias editoriales han apostado por sus libros en España: Galaxia Gutemberg cuenta con varios títulos en su catálogo, pero también se unen al fenómeno Quignard otras como Espasa, Minúscula y la siempre encantadora Sexto Piso. Así, disponemos aquí, por suerte, de una gran cantidad de títulos suyos traducidos al castellano, aunque su obra es especialmente prolija y tener acceso a toda es casi imposible.
La Música
Es la música y la cultura clásica lo que determina la literatura de Quignard. Una de las cosas más importantes que hay que tener presente antes de zambullirse en su obra es que se trata de una de las experiencias literarias más parecidas a escuchar la melodía de una orquesta o, por qué no, de una cascada.
Este escritor procede del seno de una familia de larga tradición musical a nivel profesional. No en vano, desde muy joven se inició en el estudio de la Música y, en concreto, del violonchelo, llegando a fundar el Festival de Ópera y Teatro Barroco de Versailles, en el que ocupó el puesto de director hasta que decidió dejar a un lado la música de forma profesional para centrarse en la literatura.
Siendo niño sufrió fases de autismo y anorexia, trastornos que contribuyeron a que el lenguaje tomase forma dentro de su cabeza de una forma completamente diferente a como lo hubiera hecho de haber gozado de un desarrollo sano y normal. Según él mismo ha declarado, ese silencio forzado fue lo que le llevó hasta la escritura, “pude hacer el siguiente trato: estar en el lenguaje callándome”.
La mitología, la magia
Enlazando con esas pinceladas de misterio y ensueño, es muy importante destacar la faceta mitológica, clásica y antigua de Quignard. Apasionado por las leyendas y los personajes mitológicos, también ha dedicado parte de su obra a plasmar sus conocimientos en este precioso ámbito de la cultura. Por ejemplo, existe un pequeño libro suyo, un ensayo titulado “El sexo y el espanto”, que hace un recorrido completísimo y muy bien documentado a lo largo de la Historia y la Mitología en cuestiones sexuales y sociales.
“Me aproximo al secreto. ¿Qué es la música originaria? El deseo de arrojarse al agua.”
Butes es también un recorrido por las pasiones humanas (y sobrehumanas, o lo que de sobrehumano habita, quizá, en algunos los hombres, tocados con esa ¿bendición?)
Humano y antiguo
Otra faceta del Quignard novelista son los relatos centrados en personajes un tanto solitarios, tocados por la huella de la melancolía y con un marcado deje antiguo que los hace irresistibles. En este sentido, tenemos por ejemplo “Las escaleras de Chambord”, novela sobre un comerciante y coleccionista de juguetes antiguos en miniatura, o “Las soledades misteriosas”, que trata de una pareja de hermanos con una relación que va más allá de lo fraternal y hace pensar en un complejo enamoramiento truncado.
Edouard Furtfooz, protagonista de “Las escaleras de Chambord”, colecciona amores al igual que objetos minúsculos: su forma tan egoísta de proceder produce continuamente un enorme dolor innecesario a las personas que utiliza para sentirse siempre idolatrado... un pensamiento infantil que no logra desentrañar le lleva a guiarse de una forma errante e insana por el mundo, con una sensación de frío permanente propia de quienes han sido abandonados a su suerte y nada hay capaz de ampararles.
En “Las soledades misteriosas” tenemos un personaje femenino que abandona una vida profesional estable para reencontrarse con su pasado y vivir en lo sucesivo de una forma extraña y estancada en esos recuerdos y esa forma de vida. Es un relato, al igual que “Las escaleras de Chambord” ligeramente desquiciado, delicado pero muy inquietante, misterioso e intrigante, que fascina por su rareza y por la forma tan elegante de estar escrito.
Como decía al principio, la obra de Quignard es extensísima, por lo que cualquiera puede ser el título que caiga en sus manos... y cualquiera será perfecto para empezar si aún no le han leído. No lo olviden: puede que leerle sea una de las experiencias literarias más parecidas a escuchar la melodía de una orquesta o, por qué no, de una cascada...
Escrito originalmente para El Mar de Tinta.