A propósito de Rigoletto (III) - Dejemos hablar a Verdi

Publicado el 25 septiembre 2012 por Maac @Elblogdemaac

Desde que en marzo de 1850 Verdi acepta el encargo del Teatro La Fenice de Venecia para componer una ópera hasta que la misma se estrena un año después ocurrieron una serie de circunstancias relacionadas con la censura que hicieron peligrar la existencia de la misma. El libretista elegido es Francesco Maria Piave y la pieza teatral Le roi s'amuse (El rey se divierte) de Victor Hugo, el título elegido en un primer momento: La Maledizione. Era obligatorio que La Fenice sometiera a las autoridades austríacas el programa y libreto de la nueva ópera, y así se hace en el verano de 1850, el 21 de noviembre la resolución de la censura ve la luz, su contenido es comunicado por el director de policía de Venecia al teatro:
"Su Excelencia, el señor Gobernador militar, Caballero de Gorzkowski, me ha ordenado por decreto Nº 731 hacer saber a la honorable dirección que lamenta profundamente que el escritor Piave y el prestigioso maestro Verdi no hayan hallado para demostrar sus aptitudes un campo mejor que ese proyecto de la Maledizione, cuajado de repugnante inmoralidad y costumbres obscenas, cuya representación ha solicitado el Teatro La Fenice. Su Excelencia se ve, pues, obligado a prohibir severamente tal representación  y desea que al mismo tiempo observe a la dirección que se abstenga de cualquier otra solicitud relativa a este asunto".
El 5 diciembre Verdi en una carta a La Fenice manifiesta que "en esta ocasión le aseguro por mi honor que me sería del todo imposible poner música a un nuevo libreto..., me colmen de oro o me arrojen en una cárcel, me es absolutamente imposible componer música para otro libreto..."

Días después tiene lugar una reunión entre Martello, director de policía de Venecia, Brenna, secretario de La Fenice y el libretista, Piave. De la misma surge una propuestas de cambio en el libreto. La respuesta de Verdi no se hace esperar y el 14 de diciembre responde:
"... He tenido bastante poco tiempo para examinar las nuevas propuestas, pero de todos modos he visto suficiente para comporbar que se han cambiado los personajes, que el drama ya no emociona, que los pasajes fuertes no impresionan. Si es necesario cambiar los nombres, también sería conveniente cambiar los escenarios, elegir a un duque o príncipe de otra región, por ejemplo un príncipe Pier Luigi Farnese o alguien parecido, o trasladar la acción a una época anterior a Luis XI, cuando Francia todavía no era un reino propieamente dicho, o habría que presentar a un duque de Borgoña o de Normandía, pero en todo caso a un soberano absoluto. En la quinta escena del acto primero, la ira de los cortesanos contra Triboletto no tiene ningún sentido. La maldición del anciano (se refiere a Monterone), tan terrible y gradiosa en el original, parece aquí ridícula, porque su motivación ha perdido su significado y porque ya no es su súbidto el que habla a su soberano con tanta osadía. Pero, sin esta maldición, ¿qué sentido tendría ya el drama? El duque se ha convertido en un personaje sin ningún significado; por fuerza tiene que ser un libertino, de lo contrario no hay razón para el temor de Triboletto de que su hija salga de su escondite y, por consiguiente, la pieza es imposible. Además, ¿cómo un noble de la condición del duque puede presentarse en el último acto en una apartada posada, solo, sin previa invitación ni cita? Tampoco comprendo por qué se tachó lo del saco. ¿Que puede molestarle a la policía ese saco? ¿Temen por el efecto? Si se me permite una pregunta: ¿por qué quieren entender más que yo? ¿Quién está en condiciones de asegurar algo al respecto? ¿Quién dice lo que causará efecto y lo que no? Ya hubo dificultades parecidas con el cuerno de caza de Ernani. Ahora bien, ¿río alguien cuando sonó ese cuerno? Si no hay un saco, es muy improbable que Triboletto pueda hablarle media hora al cadáver antes de que el relámpago le permita ver que es el de su propia hija. Sobre todo, ¿qué tienen contra un Triboletto feo y deforme? ¿Un jorobado que canta?  ¿Por qué, no? ¿Causará impresión? Lo ignoro. Pero si yo no lo sé, mucho menos lo sabrá uno de los que han propuesto esos cambios. A mí me parece relamente espléndido llevar a escena a un personaje contrahecho y ridículo, pero lleno interiormente de pasión y de amor. Justamente oresta idea elegí el tema, y si se le quita su particularidad, ya no puedo inventar música alguna para la obra. Si alegan que mi música se adptaría a la nueva pieza, mi respuestas será que no puedo entender semejante charlatanería. Debo dejar bien claro que no escribo mi música, sea bella o no, simplemtne por hacerlo, sino que siempre me esfuerzo para que ayude a expresar los personajes. En resumen, de una obra grandiosa y absolutamente original se ha hecho una opera común, fría..."
El 30 de diciembre el teatro y el compositor han llegado a un acuerdo, un mes después las autoridades han aceptado el libreto de la nueva ópera que ahora no se llama La Maledizione, ni Triboletto, sino Rigoletto, en ella el rey cambia por el duque de Mantua (sin nombre alguno), Blanca por Gilda, Saltabadill por Sparafucile, Magellona por Maddalena y Castiglione por Monterone.
La audición propuesta en esta ocasión es el aria "Cortigiani, vil razza dannata", está situada en el segundo acto y en ella Rigoletto, que acaba de conocer que su hija está  a la fuerza dentro de los aposentos del duque, va atravesando diversos estados de ánimo: el arrebato contra los cortesanos, con sus amenazas, la desesperación y finalmente, la súplica. El barítono elegido es Riccardo Stracciari:

Como contraste podemos escuchar una interpretación más dramática o con menor vuelo lírico, la del norteamericano Lawrence Tibbet: