Hace unas semanas cuando repasábamos los barítonos de la escuela italiana que habían cantado Rigoletto, Titus decía en un comentario que le "gustaba especialmente" Giuseppe de Luca "un belcantista que cantaba Verdi como los Ángeles" pero que no recodaba en ese momento si lo había gabado, pues bien, esta tade revisando en un disco duro externo me he tropezado con una colección de arias cantadas por este barítono y entre ellas había varios fragmentos de Rigoletto, vamos a escucharlos porque su concepción de Rigoletto es única, aristocrática como ninguna, de una pulcritud sin mácula, pero no es meliflua sino solemne, la soprano que lo acompaña como Gilda es Amelita Galli-Curci:
Y ya de paso hablamos un poco de este excelente barítono. Giuseppe de Luca nació un 25 de diciembe de 1876 en Roma, su pimera experiencia como cantante la obtuvo en agrupaciones corales religiosas y seguramente es lo que le ayudó a decidirse por tomar lecciones de canto desde los 15 años. Su pofesor fue el famoso Venceslao Persichini, que también "enseñó" (*), entre otros, a Titta Ruffo, otro de los grandes barítonos de la época. Persichini consideraba que su alumno favorito había sido desde siempre De Luca. Hizo su debut en el papel de Valentin en el Faust de Gounod el año 1897. Cantó en la Scala de Milán desde 1903, también el Met, donde debutó en el papel de Figaro en El barbero de Sevilla en 1915. Llegó a convertirse en uno de los más populares miembros de la compañía neoyorkina cantando 52 roles diferentes en más de 900 representaciones.
De Luca estrenó papeles como los de Michonnet en Adiana Lecouvreur, Gleby en Siberia de Giordano, Sharpless en Madama Butterfly o Gianni Schicchi en la ópera homónima. También fue protagonista en el estreno de Goyescas de Granados en el Met.
Se centró sobre todo en el repertorio italiano y francés. Su voz es bellísima, su dicción precisa, la línea de canto, basada sobre todo en el legato y la regulación de intensidades, inmaculada. Su depurada técnica de canto, unida a un manejo prudente y cuidadoso de su voz le permitieron conservar un timbre saludable y realizar una dilatada carrera. En un momento en el que el estilo verista hacía estragos en todas las cuerdas, De Luca supo mantener un estilo de canto heredero de la mejor tradición belcantista del XIX. Y algo de este estilo transmitió a dos norteamericanos, a Tibbet, pero sobre todo a Warren, al que le dió algunas lecciones de canto. Su despedida escénica tuvo lugar en 1947, momento en el que cumplía 50 años en activo. Hasta su muerte, en 1950, estuvo enseñando en la prestigiosa Juillard School de Nueva York. Por su carácter lírico y peso vocal no podemos decir que fuera lo que hoy consideramos el barítono ideal para Rigoletto, mucho más adecuado parecería su rival. Titta Rufo, con su interpretación, en palabras de Celletti, exenta de inhibiciones en el que lo truculento, lo excesivo, lo temperamental se expresaban con absoluta primacía. En todo caso el estilo de canto de De Luca tendría que ser uno de los espejos en los que los jóvenes barítonos tendrían que mirarse porque con la belleza del fraseo se puede no sólo expresar muchas cosas sino lo que es más importante, transmitir emociones intensas.
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(*) Persechini insistía en que Titta Ruffo tenía voz de bajo y tras una acalorada discusión el joven barítono abandonó las clases. ¡Ay!, los maestros de canto...