La historia pareciera en ocasiones, más que la lectura de los hechos generados por el hombre en su entorno, a ser gloriosa galería donde el ser humano reconoce la impronta de su especie, elevada a niveles de máxima fecundidad creadora.
Es que hay hazañas donde la humanidad se mira con orgullo en sí misma, cuando determinadas acciones o eventos reivindican una naturaleza pura nacida para reinar en armonía, hecha de genética directa del arquitecto maravilloso que soporta las bases de este universo, imagen y semejanza suya, por lo tanto nos asumimos capaces de construir y transformar, esta genética vital propia de la humanidad, que ni las más viciadas prácticas de la injusticia, la dominación, la avaricia, la insensibilidad etc han podido socavar y enterrar en la historia; convirtiéndose esta herencia en un magma subjetivo que evoluciona en el desarrollo social y se coloca al lado de los vencedores cuando la libertad triunfa.
América Latina, nuestra patria, magnánima nación, estandarte de los pueblos es ejemplo de ello. Y es ejemplo mundial, pues si la historias épicas de los europeos lo constituyeron los relatos de sus héroes invasores, la nuestra posee un talento forjado al fuego de las luchas libertadoras, es que este pueblo no ejerció la barbarie de la invasión, sino la grandeza de la liberación.
Por eso nuestro bicentenario posee la más elocuente poesía épica, la epopeya majestuosa, la más homérica gesta y los mejores guerreros y guerreras que superan a Ulises, ya que el pundonor de nuestro pueblo viene desde los distintos confines de la tierra, trae las voces gastadas de la libertad anhelada por África madre, trae el susurro paciente de hipotéticas polinesias del indígena americano, trae consigo el trasegar europeo por tantos pueblos e invasiones pero sin negar aún las raíces árabes y persas que habitan en su pecho, esta humanidad babilónica por la diversidad de su lengua y cultura que se amalgama en América, exime y perdona los errores de sus ancestros cuando se decide como Cristo a morir por su patria.
Esta misma nación que reivindica la libertad nunca otorgada a los parias históricos, a los pobres de la tierra, a las razas expoliadas.
Es en este continente, que se afirma la patria como decisión humana, racional y lógica de construir un hábitat común, unas leyes similares, que sin duda podríamos considerar una identidad política avanzada con respecto a las teorías de Estado y nación de la época.
Nuestra hazaña independentista, no es historia, es el presente político de nuestro tiempo, este legado es nuestro, asumamos los valores de constancia y valentía que nos dejaron sus héroes y heroínas.
Porque si revisamos los hechos brutales, atroces e infrahumanos cometidos por los conquistadores europeos en los largos y violentos cuatrocientos años de coloniaje y entendiendo la posición de poder que tenían entonces los españoles en el control geopolítico mundial, podríamos afirmar que para muchos era una quimera la construcción de una patria libre del poderío Español, al igual como hoy muchos dudan de la real posibilidad de tener un mundo libre del oprobio capitalista de doscientos años de dominación. Sin embargo la firmeza de ideales, la tenacidad del carácter, el genio de la constancia y el dolor por la patria pisoteada, pudo arrojar hombres y mujeres que dieran su vida, y su amor por la libertad, que no vacilaron en tomar las riendas históricas y galopar por diversos senderos que desembocaron en Ayacucho, en Boyacá, en Junín y en Carabobo, hasta regalarnos este presente de lucha.
Tales valores que afloraron en nuestros héroes independentistas son los que deben sobresalir hoy en estos tiempos de revolución, y cuando los bárbaros modernos invaden nuestros pueblos con guerras y miserias , donde la esclavitud del capital pulula por doquier bajo nuevas máscaras y pretenden vencernos con nuevas armas, porque si ayer vencimos al poderío español, que parecía un gigante intocable, siendo nosotros hasta ese momento nacientes républicas consideradas infantiles patrias, cuando apenas eramos un puñado de parcelas de razas que se agruparon bajo un mismo cielo y arropados con una sola bandera, como no venceremos ahora, que la patria latinoamericana es una sola nación que se reconoce y es reconocida.
Pues claro que si venceremos, hoy que es la misma sangre que irriga nuestras venas desde México hasta la Patagonia, deber es defender la patria, porque si Bolívar hubiese fallado en el rol histórico de los revolucionarios de su época hoy continuaríamos recogiendo las miserias lanzadas al suelo por los conquistadores europeos y si Sucre hubiese hubiese vacilado en la hora de la batalla, estaríamos en un eterno pasado y futuro sin identidad, habitando una tierra despojada de cultura y vagando en la historia sin nombre, sin nación, copiando modelos foráneos, esclavizados, moribundos, empobrecidos, vilipendiados por extranjeros en nuestro propio suelo, masacrarían nuestros mejores hombres y mujeres, azotando la esperanza libertaria de independencia en plazas públicas, exhibiendo las cabezas y las manos de los rostros de quienes se deciden a vencer o morir.
Por estas razones observamos sus hazañas orgullosos e intentamos reflejarnos en ellas, admirados y con la decisión bolivariana de nuestra estirpe de proseguir la gesta independentista, porque no sólo se trata de ponerle nombre si socialismo, comunismo, o democracia revolucionaria, porque lo verdaderamente urgente es terminar la segunda campaña de la independencia, la etapa máxima de la liberación de nuestro pueblo, construir la suprema felicidad social, ese árbol frondoso de libertad y justicia para todos que nació de las semillas de hace doscientos años , un bicentenario de lucha, un bicentenario de victorias, un camino por continuar.
Independencia y socialismo, Venceremos.
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