No sé cocinar: cocina Él y trastea en la química de pucheros y sartenes; pero no sabe hacer membrillo (sí su antigua novia, dice, que cogía la fruta de los terrenos de su padre, allá en el pueblo); pero esta semana preside la segunda balda de la nevera un pequeño plato de golosina, regalo de una amiga.
- Toma, Negre, que sé que te gusta -me dice Él, acercándome pan, queso, membrillo brillante.
Y dejo por un momento lo que estaba haciendo: corregir, poner notas, burocracia, papeleo, mirar de reojo el libro de Latín, imprimir un papel,..., para poner todos mis sentidos -¿se podrá oler el gusto?- en romper la esponjosa pulpa...