A quién votar (2)

Publicado el 23 mayo 2014 por José Luis Ferreira

Hace tres años publiqué una entrada sobre a quién votar. Entonces eran las elecciones municipales y autonómicas (excepto las cuatro con calendario propio). Eran unas cuantas reglas sencillas sobre cómo orientarse y, para mi sorpresa, se convirtió en una de las entradas más leídas del blog, con varios miles de visitas. En vista de eso, y dado que se acercan otras elecciones, voy a atreverme a decir algo más, y lo haré sobre todo para decir que no hay que dejarse llevar demasiado por según qué cosas no nos gusta de un partido. Si tradicionalmente te identificas con un partido y todavía no te ha defraudado, vótale. Lo que sigue es para quienes no lo tienen tan claro.
Pongamos que mi partido favorito es el P, pero pienso que merece un castigo y considero no votarlo hasta que no se arreglen. Busco en el resto de partidos y encuentro fallos en todos (claro, por eso no eran normalmente mis favoritos). Es más fácil magnificar estos fallos en los demás partidos que en el favorito. Veamos dos ejemplos.
1. En el partido Q hay un líder muy personalista y eso me parece mal y puedo ver eso como un gran defecto a pesar de que se lo perdono a otros partidos. Que un líder tenga ambiciones y esté algo pagado de sí mismo no es tan importante como que el partido dependa excesivamente de ese líder. Si no es el caso, será un defecto bastante compartido por todos los líderes. Claro que si encuentras un partido en que esto no pasa y los demás defectos no te parecen graves, entonces el mal de casi todos te puede decantar por ese partido menos liderado.
2. El partido R tiene unas propuestas económicas disparatadas, pero en lo demás, es interesante: creo que es más honrado que la media y sus propuestas sociales me gustan, por ejemplo. ¿Lo voto, aunque su política económica nos lleve a la ruina? Dependerá de las posibilidades de que lo haga. Si anticipo que ese partido R puede influir en la política social, pero no en la económica, porque nunca tendrá mayoría para ello, no habría problema. Mutatis mutandi podemos decir lo mismo de un partido cuya política económica nos gusta, pero abominamos de su política social, o de un partido con buenas propuestas políticas y sociales, pero que está obsesionado con proponer cambios en el sistema autonómico que no me gustan. Si estos partidos hipotéticos no tienen posibilidad de llevar a cabo la parte de su programa que no me gusta, podría muy bien votarlos.
Para las elecciones europeas conviene tener en cuenta un detalle más. A diferencia de lo que pasa en las generales, la regla d'Hont, al ser aplicada a una circunscripción única que elige muchos representantes, conduce a una asignación proporcional. Esto quiere decir que cada escaño de cada partido costará más o menos los mismos votos. Así que la única preocupación por el voto útil estará en votar a alguien que estimemos vaya a conseguir algún escaño. En estas elecciones, agrupar votos no es importante en términos de coste (puede serlo en términos de facilitar coaliciones futuras).
Soy poco partidario de votos en blanco, nulos o abstenciones, que no hacen sino dar más poder a los que sí votan. Claro que si quieres manifestar un grandísimo descontento con Europa, su parlamento o todas las opciones que se presentan, es seguramente tu opción. Un sistema que dejara escaños vacíos según porcentajes de votos en blanco (o también de abstención) podría ser interesante al hacer más necesarios los acuerdos entre los escaños no vacíos. A falta de un sistema así, podría haber un partido que se comprometiera a no ocupar sus escaños y a no dar más significado político que ese a su postura.
Ahora vota a quien quieras. Recuerda que es la única institución supranacional del mundo cuyos miembros se eligen por sufragio.
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