"A Rey muerto...", de Mills Fox Edgerton. Historia del futuro

Publicado el 11 diciembre 2012 por Casoledo

Nos encontramos ante una obra singular  en el panorama narrativo español, y debemos subrayarlo así por cuanto es previsible que los medios culturales “mayoritarios” le presten escasa atención. Es pertinente recordar, en ese sentido, que los tres o cuatro suplementos literarios de los grandes periódicos, las escasísimas revistas literarias en papel y los anecdóticos programas de radio continúan prestando cumplidos servicios a dos clases de propósitos: las grandes operaciones comerciales y los amiguismos. Así que permítasenos sacar pecho para reivindicar proyectos culturales como la web “Anika entre libros”, donde se lee y se reseña todo con total independencia y libertad de criterio. 


Lo que nos permite acceder a obras tan interesantes como esta “A Rey muerto…”, que remota una tradición, la de la narrativa de tesis o intelectual, practicada ocasionalmente en los años setenta del pasado siglo, y abandonada con la irrupción de la novela urbana, vagamente psicológica, en la década siguiente -y aun así dichosos aquellos años, a la vista de lo que se publica hoy en día…-. Fox Edgerton plantea una trama argumental de admirable ambición, no tanto por sus presupuestos cuanto por su perspectiva: se trata de una sociedad postapocalíptica, la Urbe, que discurre en un entramado de cuevas y que se enfrenta a la grandes preguntas existenciales que afectan a todo grupo humano: qué hacer, cómo organizarnos, en qué creer, cómo relacionarnos, qué es lo importante y cómo abordarlo. Mientras otros autores construirían una historia de acción, con un héroe clarividente y perseguido, Edgerton analiza el entramado socio-político que surge en semejante tesitura. Y lo hace a la manera del historiador, mediante el análisis de un “texto encontrado” en forma de diario. Claro que incluso en esto se muestra original, porque ese estudio se aborda a través de un juego de contrapuntos elaborado mediante dos puntos de vista: el del autor del manuscrito, alto cargo y servidor de la Corona de esa “nueva sociedad”, y el Príncipe Heredero al que sirvió en vida con aparente dedicación y fidelidad. Esta técnica provoca que el texto diarístico se vea sometido a revisión y réplica con cada uno de los comentarios intercalados por el segundo autor, de forma que además de añadir datos a la línea narrativa general desarrolla un interesante diálogo con el pasado. Son dos, pues, las voces que nos cuentan la historia, sin que podamos “quedarnos” con una de ellas como la mejor o más verdadera. El lenguaje varía sutilmente de una a otra, la del cortesano tiene un inequívoco tono confesional, libérrimo, lo que es motivo de alguna que otra sorpresa para su primer lector, el Monarca; éste, sin embargo, escribe pensando en nosotros, en la posteridad. Un acierto del novelista que hace apasionante el desarrollo de la narración.Y si meritoria es la estructura, aún más el contenido. Como decíamos, no hay ninguna de las grandes cuestiones que quede sin tratar: desde la forma de gobierno a la sexualidad o la organización familiar. Pero por encima de todas está la cuestión de la supervivencia de la cultura y sus relaciones con la tradición que la precedió. En este punto no es difícil apreciar una conexión con la actualidad y un paralelismo entre esa sociedad en curso y la nuestra, en declive y revisión. Hasta qué punto el autor es o no pesimista queda a juicio del lector.El libro, pese a su discurrir reflexivo, nos regala una sorprendente escena final que abre amplios interrogantes sobre el argumento entero y deja al lector con el mejor sabor de boca, completando una obra notable y de inesperada frescura, que nos recuerda que el arte de la novela continúa siendo un asunto serio.