A roma con amor (2012)

Publicado el 01 noviembre 2012 por Quesito
Cuentos a la boloñesa.

Pues todo parece apuntar que, a sus setenta y siete años de edad, a Woody Allen la idea de la jubilación no es algo que vaya mucho con él. Así pues, en lugar de tomarse su profesión de una forma más relajada, el director sigue con su infatigable ritmo y nos sigue ofreciendo una película por año. Además, sigue con su tour por Europa (en plan gira musical de viejos rockeros) y después de filmar en Londres, Barcelona y París, en esta ocasión la acción se centrará en la ciudad de Roma, que se convertirá en el escenario ideal para las cuatro historias que contiene el film. Lo curioso del caso es que, teniendo en cuenta el título de la cinta, A roma con amor, lo cierto es que a pesar de que las cuatro historias del film, aisladas entre sí, tratan sobre temas de amoríos varios, solo una de ellas se puede entender propiamente como una historia sobre el amor, dejando las otras tres a temas más banales y cercanas al humor absurdo ya visto en los relatos del propio director. Supondremos, pues, que el “amor” a que se refiere el título debe ser entendido como aquel hacia la propia capital italiana, y así todos contentos. ¿O no?

En la primera de las historias encontramos a un veterano matrimonio americano que viaja hasta Roma para conocer al autóctono prometido de su hija y, ya de paso, a su variopinta familia (lógicamente el choque de culturas está asegurado y la historia terminará desembocando en una anécdota de lo más surrealista). En la segunda, unos recién casados de viaje a la capital italiana se perderán por sus calles incapaces de encontrase de nuevo (este tramo de la cinta tiene un punto más de comedia de situación y sainete, con la entrada en escena de personajes del calibre de prostitutas, miembros de la jet set y estrellas del cine italiano). En la tercera, la más cercana al amor del que habla el título, una joven pareja de americanos que viven en Roma recibirán la visita de una sensual amiga que provocará estragos en su relación (la más interesante de las cuatro historias, con celos amoríos y una especie de espíritu de un arquitecto que se irá apareciendo y aconsejando, de manera independiente, a los diferentes personajes). La cuarta, y última de las historias, nos presenta a un típico y tópico italiano de clase media, sin ningún tipo de peculiaridad destacable que, de la noche a la mañana, se convertirá en “famoso” y será perseguido por la prensa e invitado a todo tipo de eventos de postín (la parte más satírica y mordaz de la película que, no obstante, nos recuerda poderosamente el punto de partida de uno de los cuentos del veterano escritor japonés Yasutaka Tsutsui, titulado “Rumores sobre mi”).
Woody Allen escribe, dirige y también protagoniza (aparece en la primera de las historias mencionadas) una película que, en cierto modo, parece un compendio de cuentos cortos que el genio de Manhattan se hubiera ido encontrando mientras hacia limpieza en alguno de esos cajones en los que se guardan ideas inacabadas y proyectos que jamás se han llegado a realizar. Pero que, con el escenario adecuado (y la ciudad eterna es un escenario más que molón y si no que se lo hubieran preguntado a Gregory Peck y Audrey Hepburn) se recuperan, se hacen encajar como si se tratara de piezas de un puzzle y se sirven aderezados con un sinfín de tópicos locales (algo que el espectador ya empieza a percibir cuando, nada más arrancar la película, empiezan a sonar los primeros acordes de la canción “Volare” de Domenico Modugno).
Película coral que cuenta con un importante elenco de actores dispuestos, incluso, a bajarse el sueldo para poder trabajar con el director (es lo que sucede por llamarte Woody Allen, dudo mucho que esto también le pase a Michael Bay). Además del propio Allen, en el film, encontrarán a Jesse Eisenberg, Ellen Page, Alec Baldwin, Penélope Cruz (que repite con el director después de Vicky Cristina Barcelona) y Judy Davis. Además, siempre que el bueno de Allen se va de gira suele contratar los servicios de actores autóctonos y en la pelicula también podrán encontrar a los italianos Ornella Muti i un Roberto Benigni que, hay que reconocer, que el papel de anodino italiano de clase media le queda como anillo al dedo. La película empieza muy potente, con puntos de partida divertidos y coloristas en todas sus historias, aunque al poco ya se empieza a comprobar que algunas no dan para más. La más floja es la de los recién casados, que, a parte del hecho de no tener demasiado sentido, actúa como una especie de agujero temporal dentro del global de la cinta y mientras las otras tres avanzan a un ritmo parecido, ésta siempre progresa mucho más lenta. Además en algunas historias las situaciones están excesivamente forzadas, como la protagonizada por Jesse Eisenberg y Ellen Page, del estilo: va a venir a pasar unos días con nosotros una amiga mía que es muy sensual, muy ardiente, puro fuego, todos los tíos se enamoran de ella, que por cierto, a todo esto, que cuando llegue os voy a dejar todo un día a solas para que le enseñes la ciudad eterna y sus rincones más románticos y eso y al día siguiente os dejo la noche para vosotros dos solos y os tomáis unos vinos y os hacéis unas risas, a ver que pasa...
No nos encontramos frente a una de las grandes películas de Woody Allen. De hecho, ni siquiera nos encontramos frente a una gran película. Pero esto tampoco debería ser entendido como un problema porque, al fin y al cabo, un divertimento del genio de Manhattan acostumbra a ser bastante superior a la gran mayoría de importantes títulos de otros directores. Pero el desgaste en el cine de Allen es más que evidente. Las cuatro historias son bastante irregulares y mientras algunas son suficientemente interesantes, otras se quedan en una mera anécdota, una especie de chiste alargado para su inclusión en el film. A roma con amor es un entretenimiento menor, pasable en general, pero que no evita que sigamos añorando un Allen de tiempos mejores. Por descontado cuenta con alguna buena broma, algunos diálogos ingeniosos y algún toque de humor absurdo y tirando a surrealista (quizás más propios de sus relatos que de su cine), pero el gran problema es que en ningún momento logra calar en el espectador.
Resumiendo: Entretenida cinta, sin demasiadas pretensiones, de un Woody Allen en horas bajas.