Me has dado de lleno
justo donde guardo
lo más preciado que tengo,
eso que en su día
también dijiste que era tuyo
pero que con el tiempo
te olvidaste de regar.
Las flores han muerto
y ahora sólo quedan espinas
de todos esos recuerdos
que soy incapaz
de olvidar.
Tú tan fuego
y yo tan dinamita
que con el primer roce
estalló la guerra.
Ardió Troya
y con la ciudad,
nosotros
convirtiendo en cenizas
algo que tenía
que haber sido eterno.
Y ahora,
solo queda el vacío
que dejaste al irte
y que ni siquiera
la bala en la que has grabado mi nombre
será capaz de romperlo.
Apuntaste
y sin dudarlo
apretaste el gatillo
dando en la diana
de mi cuerpo.
Cuánta sangre fría
debes tener
para disparar a alguien
a quien dijiste querer.
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