De camino a destino, atravesando nubes y dentro del relax que el vuelo siempre me produce, no he dejado de pensar con qué fuerza la apatía que dejan las desilusiones llega a manejar tu estado de ánimo.
Desde ahí arriba dónde disminuyen algunas alturas que “a pie te cubren”, tomo más conciencia si cabe, de la grandiosidad de este mundo en el que estamos de prestado y de las mil y una posibilidades que ello lleva consigo. No obstante, en ocasiones simplemente te dejas llevar por la vorágine del correr de los días que no suele propiciar calma a los pensamientos y a veces olvidas que tan solo hay que elevar un poco la vista para fijar nuevos objetivos. De lo contrario puedes correr el riesgo de vivir absolutamente condicionado por muchos aspectos de tu vida; a merced de un destino que has dejado sea dibujado “para ti” y no “por ti”.
Cierto es que ineludiblemente cada uno se mueve dentro de su “Yo” en base “a sus circunstancias”, lo quiera, lo asuma, lo enfrente o no, pero ello no significa que haya que permanecer estático en el punto dónde esas “dependencias” del tipo que sean, te hayan puesto. Entre otras porque si bien, de alguna manera o de todas, “tú” te has dejado colocar ahí, poder tienes para volver a posicionarte. Al fin y al cabo por suerte, por fuerza y porque es así, dotados estamos para acometer tal fin.
Las decepciones que se sufren a consecuencia de recibir aquello que no responde a previas expectativas, te lleva de paseo por la desgana atravesando inundados puentes de decepción para acabar experimentando elevados estados de inapetencia … Peligrosa desidia que si te descuidas mucho, te cubrirá incluso aunque te empeñes en “andar de puntillas”.
No sé qué poderosa magia tiene eso de “andar por los aires” que siempre me retorna al camino que hace tiempo decidí emprender y por el que pretendo seguir. Algo de tiempo para mí, 30 minutos con “Mi Yo” y mis adoradas unas, desechables otras “circunstancias”, que ha hecho que recupere mi estado de ánimo para manejar nuevas ilusiones.
Silvia AG