Desde entonces, cada año, en esta grata fecha del 22 de diciembre, doy gracias al cielo porque me permite no solamente renovar la felicitación a esa dama irrepetible, sino mostrarle mi amor, después de tantos años de unión física y espiritual.
Estoy refiriéndome ni más ni menos que a Tamara, mi esposa, nacida en Kriukov, en aquellas tierras del oblast de Poltava, cerca del Dniéper, cuando la nieve pintaba de albo manto la estepa ucraniana y reverberaba con fulgor especial los rayos del tenue sol invernal. Y que hoy dignamente honra la profesión médica como española de larga residencia,
Cada año, en este día singular, las flores no solamente agasajan el cumpleaños de la –para mí— “reina” Tamara (que no en vano su patronímico proviene de la santa reina Tamara –tsaritsa- de Georgia), sino que también proclaman la belleza, dulzura y clarividencia de quien ostenta un tan bello nombre inspirado en los “támaras” (dátiles) de los feraces palmerales.
Sea, pues; proclámese, pues, un año más, mi felicitación, amada Tamara, agradeciéndote los tiempos privilegiados e irrepetibles que tu existencia me ha brindado, y recitando emocionado a ti, “mi reina” (Королева) aquellos versos del poema que culmina una de las novelas del escritor S. de P. B., la titulada “La Musa de Internet”.
Son:
“Mereces por ser reina diadema,
mereces por ser Musa poesía,
mereces por tus ojos ambrosía,
mereces por mujer la tierra entera.
Como Musa yo te canté poemas;
como Reina te rendí pleitesía;
como mujer te di ya el alma mía;
como la vida entera, ten dos perlas.
Son las perlas que nuestra fue semilla,
son las perlas de dos almas gemelas,
son las perlas de tu vida y la mía.”
Dos vidas que tú ya uniste eternas,
dos almas en tu cielo, noche y día,
Musa Tamara, ojos verdes, mi Reina"
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA